Me desperté de un sobresalto al escuchar que algo rasguñaba mi puerta, acompañado de maullidos desesperados. Aún algo adormecida y sin estar segura si todavía estaba durmiendo, me paré para abrirle la puerta a mi gata, Candy.
-Buenos días preciosa.- la saludé, mientras me agachaba para poder acariciarla. A pesar de que me había despertado de una manera poco agradable, se me hacía imposible enojarme con ella. -Siempre saliendo por la noche y apareciendo como si nada por la mañana ¿Eh?- le reclamé, sonriendo.
Ella se refregó con frenesí contra mis piernas, ronroneando, dejando todo su pelo blanco contra mi pijama. Rodee mis ojos, acostumbrada a que toda mi ropa estuviera llena de pelos por su culpa. Candy se acomodó tranquilamente en mi cama, como si nunca hubiera hecho un escándalo como el que estaba haciendo recién. Tan solo hizo un tierno maullido en forma de agradecimiento, antes de cerrar los ojos y dormir.
Ya más despierta, me puse mis pantuflas de gatito rosa y bajé a desayunar, encontrando a mi padre tomándose un café, al lado de mamá, que estaba comiendo una tostada con mantequilla.
-Buenos días florcita.-me saludaron ambos.
-Buenos días.- respondí, sonriendo y sentándome para tomar mi desayuno, el mismo que mi madre. Había heredado sus gustos y gran parte de su personalidad, pero en cuanto al físico, lo había heredado de mi papá; ojos marrones claros y pelo rojizo levemente ondulado, nariz fina, varias pecas y labios carnosos.
Cuando estaba por darle un mordisco a mi tostada, escuché que alguien tocaba el timbre. Intercambié una mirada de confusión con mis padres, antes de ofrecerme para ir a ver quién era. Me paré de mi silla algo nerviosa, mientras me acercaba a la entrada. Para poder mirar por la mirilla tuve que pararme de puntitas de pie (si, lo sé, no soy muy alta), y pude ver a un chico de aparentemente mi edad, al que no conocía. Algo confusa, abrí la puerta.
Cuando me vio tan solo me sonrió cordialmente, y yo hice lo mismo, incómoda.
-Hola.-dijo él.
-Eh...Hola-dije, mirándolo extrañada. ¿Quién era?¿Lo conocía y no lo recordaba?
Por más que busqué una y otra vez en mi memoria, no tenía ni idea de quién podía ser. Él, entre tanto, había sacado de su bolsillo una...¿Carta?
-Ten-dijo, entregándome la carta, y yo la tomé torpemente. No entendía nada. ¿Todavía estaría soñando? Tal vez solo era el cartero, pero el cartero dejaba las cartas en el buzón y se iba, no tocaba el timbre.
-¿Una carta? ¿Para...Mi?-pregunté, atónita, pero también sonrojada.
"Seguro que sigues durmiendo Mara, esto solo debe ser producto de tu imaginación...".Me dije a mi misma.
-Sip.-dijo él, sonriendo con amabilidad. ¿Es qué no se le cansaba la cara de tanto sonreír?
-Ah, bueno...Gracias.-dije, tratando de no sonar cortante.-Eh...-estaba por preguntarle "¿Te conozco?" pero me sonó como algo demasiado brusco, por lo que opté por decirle:
-¿C-cómo te llamas?
-Sam.-respondió.
-Ah...Bueno, gracias Sam.-dije.
-Si bueno, no tienes que agradecerme en realidad a mí.-fruncí el ceño- Porque yo no escribí esa carta.- si era posible, lo miré aún más confundida.
-¿Entonces? ¿Quién escribió esto?- le pregunté, agitando la carta, perdiendo ya mi paciencia.
-Bueno, es un poco complicado.-dijo, acomodando su pelo.- En realidad esa carta que tienes en la mano la escribió mi mejor amigo, y me pidió que te la entregará.
ESTÁS LEYENDO
Cartas anónimas
Teen FictionImagínate estar desayunando tranquilamente una mañana cualquiera, de un domingo cualquiera con tu familia, cuando alguien toca el timbre de tu casa. Te paras para ir a abrir la puerta, y te encuentras con un chico de aparentemente tu edad, que te da...