Chuuya usaba su don, llevando todas su compras. Detrás venía Atsushi, que tenía una paleta en mano.
_ ¡Si que compramos muchas cosas, Chuuya-san! -mencionó alegre-
_ ¿Compramos? -murmuró- Si, tienes razón Atsushi.. -dijo esta vez en voz alta- Solo espero que dure los dos meses -dijo con un gran dolor-
Ambos seguían hablando, concentrados en su charla y en encontrar el auto del pelirrojo que estaba oculto estre otros autos por obvias razones de seguridad.
Una vez encontrado, a una distancia considerable Chuuya apretó el botón de la llave que indicaba con un sonido cuál era el auto. Pero en cuanto el pelirrojo hizo presión en él, el auto explotó.
Atsushi reaccionó rápidamente, cubriendo al pelirrojo. Que en ningún momento desactivó su habilidad.
Gritos y alarmas sonaban muy lejanos, por más cerca que estaban las personas, ellos los escuchaban lejos.
_ ¡Nakahara-san! -se escuchó el grueso grito de el azabache-
_ ¿Se encuentra bien, Chuuya-san? -preguntó preocupado el albino separándose de el pelirrojo-
_ ¡Maldito hijo de perra! ¡Osamu, ¿Cómo te atreves otra vez?! -gritó enfurecido buscando con la mirada al castaño-
_ oye, oye.. yo apenas llegué -se defendió mostrando las bolsas con comida que había comprado-
_ ¡¿Así?! -sarcastico preguntó- ¡¿Entonces quién más podría ser el bastardo que haya hecho ésto?!
_ Si miras bien, atrás de tí.. unos.. -miró concentrado en un punto fijo- tres.. cuatro autos detrás del tuyo, está alguien con una capucha y cubrebocas, demasiado sospechoso, ¿No?
Con rapidez miró hacía su atrás, observando al muchacho que tenía la descripción que el castaño le dió.
Sus ojos se abrieron en grande, después de todo... ¿él no había muerto? Por más que intentará ocultar su gran cicatriz, era imposible no verla.
_ Chuuya, ya le pedí un auto a Mori -habló el castaño con un cambio de voz notable-
_ S-si.. vamos a esperarlo afuera -tomó a ambos menores de sus muñecas y prácticamente los arrastró hasta la salida-
_ Pero.. ¿Que ocurre? -preguntó asustado el albino-
_ N-no es nada, Atsushi, sólo que es mejor esperar afuera -era totalmente notable el cambio de actitud del pelirrojo-
Pero, ¿Por qué ahora? ¿No lo habían resuelto todo? Pregunta tras pregunta recorría la mente del más bajo, apretando inconscientemente las muñecas de los menores.
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