Luego de esa larga noche, los pajaritos comenzaban a posarse sobre la ventana y a cantar los buenos días.
Todo parecía tranquilo hasta que un fuerte grito resonó por toda la casa.
__ ¡Ya no me toques que me duele! -se escuchó al Albino quejarse con un nudo en la garganta-
__ No exageres Jinko, no fué para tanto -respondió mirándolo con su ceño fruncido-
__ ¡No estoy exagerando! -siguió quejándose entre sollozos-
__ el que debería estar adolorido sería yo -dijo y le dió la espalda, mostrando los profundos rasguños que había en ella- debes aprender a controlar tus garras.
__ y tú debes aprender que cuando alguien te dice que pares ¡Tienes que parar!
__ ¡Te pregunté si querías parar y me dijiste "oh no, sigue.. Así"! -dijo imitando su voz de manera aguda-
Atsushi se sonrojó y escondió su cara en una de las suaves almohadas que había allí.
Luego de que su vergüenza se fuera al menos un poco, con dificultad y quejándose se acomodó en la cama, preparándose para dormir todo lo que el azabache no lo dejó la noche anterior.
De igual manera, lo hizo Akutagawa. Pero teniendo en cuenta una cierta distancia, pues al azabache le sería incómodo dormir así.
. . .
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
