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Tenía los ojos cerrados pero podía sentir como unos dedos acariciaban mi costado, cuando logre abrí los ojos me encontré con Stephen acostado en frente de mí con el pecho descubierto. Ya había amanecido y me miraba como un niño cuidando el mayor de sus tesoros.


 - Eres lo mejor y lo más hermoso que tengo en la vida Ana.-me dijo mientras seguía acariciándome.

 - ¿En serio?- le pregunte con una sonrisa, inmediatamente me abrazo con su brazo llevándome cerca de él.

 - Te lo puedo asegurar.- me dijo dándome un beso.- Pero no hubieras preferido que fuera un poco más romántico, no sé cómo con velas. Puse una de mis manos sobre su mejilla.

 - Fue perfecto Stephen pero si quieres velas, las podemos ocupar en la próxima ocasión.- una sonrisa apareció en su rostro.

 - Es hora de desayunar ¿Qué te parece si mientras te bañas yo  preparo el desayuno?- asentí con la cabeza, se acercó a darme otro beso y después se levantó. Se puso unos pantalones de cama.- En el baño encontraras todo lo que necesitas.- me dijo y salió de la habitación.


Me estire un poco pero no logre estirarme por completo, me dolía casi todo el cuerpo. Cuando me levante espere encontrar en las sabanas algún rastro de sangre pero no había ninguno, ni siquiera una pequeña gota, esto me angustio un poco aunque no creo que haya sido la primera chica que no sangra en su primera vez. Enrolle una de las sabanas en mi cuerpo y fui directo a la puerta del baño, cuando lo abrí me encontré con un pequeño pasillo que tenía otra puerta en el fondo además de una entrada pegada a la pared sin puerta que estaba iluminada, me acerque a está encontrándome con un gran vestidor de muebles negros y focos empotrados en el techo, no pude evitar mirar y tocar algunos de los trajes colgados, los zapatos y demás ropa que se encontraba muy bien acomodada y organizada.


Regrese al pasillo y me dirigí a la puerta del fondo cuando la abrí de nuevo me encontré con el negro y el blanco tanto en la decoración como en los muebles. El baño tenía un gran espejo arriba del lavabo, una tina en la cual con facilidad podían caber dos personas y detrás de esta  una regadera con las puertas de cristal. Tome una toalla, una bata de baño y las colgué afuera de la regadera. Me quite la sabana antes de entrar a la regadera. Cuando le agua comenzó a caer en mi cuerpo, comencé a recordar lo maravillosa que había sido la noche, lo segura que me había hecho sentir y lo hermosa que me sentía cada que me tocaba. Con cada recuerdo mi sonrisa crecía, había hecho el amor y había sido perfecto.


Salí del baño con la bata de baño puesta  y la toalla enrollada en mi cabeza.


 - Señorita.- era la voz de una mujer que tocaba en la puerta de la habitación.- Ya está el desayuno servido en la terraza.

 - Ahora voy.- le conteste, tal vez era Julián.- me quite la toalla de la cabeza y cepille un poco mi cabello con mis dedos.


Cuando salí del dormitorio me dirigí directo a la terraza, ahí estaba Stephen sentado en la mesa leyendo el periódico. Cuando se percató de mi presencia se levantó.


 - Te gusto tanto la cena en la terraza, que creí conveniente que desayunáramos aquí.

 - ¡Me encanta!- le dije saliendo a la terraza

 -  Julián me gano y preparo todo, espero te guste y también espero que la conozcas pronto, creo que se llevaran de maravilla.- me dijo y empezamos a desayunar.

Quédate Conmigo (PRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora