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A pasado mes y medio desde que me mude a Nueva York todo ha ido de maravilla, el trabajo me encanta, trabajar con Seren es tan divertido y que decir cuando Alex se aparece, su sarcasmo y forma de ser le dan ese clic, aún estamos planeando irnos a vivir juntos y si efectivamente haciendo cuentas con una parte de nuestros sueldos y claro un poco de ayuda de nuestros papas lo único que nos falta es encontrar el indicado como dice Alex.


Hoy nos citaron a casi todo el personal de diseño, modelos, relacionistas públicos y demás al salón de la empresa la dueña de la empresa la Sra. Casandra Welsh, al parecer dará un anuncio. Es una mujer de unos 45 años, muy hermosa y con una elegancia y un porte impresionante, es alta, delgada, de tez blanca, tiene su cabello corto algo rizado de un color castaño rojizo, cejas perfectamente delineadas, nariz respingada y unos penetrantes ojos de color azul. Su carácter es imponente y autoritario. La conocí una semana después de que regrese a Nueva York, cuando daba un recorrido por la empresa, recuerdo que llego con mi jefe el Sr. Bruno Sangalli un reconocido diseñador  italiano y por supuesto  mano derecha de la Sra. Welsh , él es alto, delgado, de tez clara, su cabello es corto de color rubio y de ojos verdes, a diferencia de la Sra. Welsh él era más agradable, si era autoritario pero solo cuando estaba presionado, de ahí en fuera era divertido y siempre nos animaba y apoyaba cuando teníamos problemas con algún diseño, al parecer él y la Sra. Welsh se conocieron cuando estudiaban en Italia, fue del que más apoyo recibió cuando su esposo el Sr. Welsh murió y ahora con lo del accidente de su hijo. La primera vez que la Sra. Welsh vio mi trabajo no le impresiono en absoluto, teníamos que sorprenderla día con día si no queríamos ser mediocres, como ella decía.


Era una mañana fría aún había nieve en las calles. Llevaba un abrigo beige, debajo un vestido color café claro de cuello alto con mangas, medias  y zapatillas negras. Seren se había adelantado al trabajo y yo pensaba pasar por alguna cafetería antes de llegar. Después de que pase a la cafetería decidí caminar hacia la empresa no quedaba tan lejos llevaba un chocolate, dos cafés y una bolsa con panecillos, mientras me acercaba más a la empresa observe que afuera de ella había una señora con ropa vieja pidiendo una moneda a todos los que por ahí pasaban. ¿Cómo era posible que ni siquiera la voltearan a ver? Era como si no estuviera ahí.  Me acerque a ella, tenía su cara y sus manos llenas de tierra, le di mi chocolate junto con mi panecillo y algo de dinero, fue cuando sentí como si algo me hubiera golpeado el hombro haciéndolo para atrás y con esto los cafés que aún tenía en las manos me cayeron encima.


 - Fíjate tarado.-dije molesta. Inmediatamente el sujeto que me había golpeado cuando pasaba, se volteó.

 - Perdón?- me contesto.- ¿Tarado?

 - Sí, no creas que la banqueta es solo tuya, por si no lo habías notado hay más personas en ella, tal vez si pusieras un poco más de atención lo notarias.- estaba enojada, aun que traía el abrigo este estaba abierto. Sentía mi ropa mojada y caliente.

 - Claro, discúlpeme señorita.-dijo en tono burlón.-pero tal vez si tú no estuvieras mal gastando tú tiempo con personas sin importancia.- miro a la señora.


En ese momento sentía que me hervía la sangre, una de las cosas que más odiaba era que humillaran o hicieran menos a las personas y este tarado lo estaba haciendo. La señora noto de inmediato mi enojo.


 - No se preocupe Señorita.- me dijo en un tono tierno tomándome del brazo.

 - Sí, no se preocupe, tal vez el joven tenga la razón y no debería de estar malgastando mi tiempo pero con tarados.- le dije en su cara acentuando "Tarados".-Hay personas que aún que tengan más que los demás no valen nada.

Quédate Conmigo (PRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora