Bestow upon me a smile

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La curiosidad crecía, cautivando a Alastor y dibujando una leve contracción en la comisura de sus labios. Millie parecía estar percibiendo que algo estaba ocurriendo con él.

— ¿Jefe...? —Ella lo llamó, rompiendo el silencio.

Petite... —Alastor esbozó una sonrisa renovada, jugueteando con su micrófono entre los dedos, apuntando el rostro de la imp a su lado—. ¿Cuántas veces debo decirte que no uses ese título?

— Lo siento, es una costumbre. —Millie respondió con una sonrisa, aunque sus ojos no reflejaban la misma energía. Ella dirigió una mirada fugaz a la vitrina de televisores y luego a Alastor. O Millie lo conocía muy bien o él estaba descuidándose en sus apariencias porque hasta el ser más cuidado del Infierno hubiese notado que ellos habían pasado por tercera vez frente a de esas tiendas con esos condenados aparatos—. ¿Está...?

— Considerando nuestro reciente horario de actividades, creo que es un buen momento para realizar una visita a Rosie. Por lo que tengo entendido ha conseguido un nuevo pacto, pero con un demonio bastante peculiar. —Alastor intervino, silenciando momentáneamente ese vacío que seguía sin comprender por qué se había instalado en su pecho.

— Espero que en esta ocasión sea algo que perdure. —Millie retomó la conversación, encogiéndose de hombros—. Es una pena que muchas chicas renuncien después de descubrir lo que se oculta bajo la apariencia de la Carnicería Caníbal.

— ¿Verdad? No entiendo qué esperan o por qué se sorprenden al ver que Rosie es la que más contribuciones aporta. —Alastor rio—. Pero no, petite, no, en esta ocasión el demonio escogido no es una mujer. Es un hombre ¡Un vaquero para ser precisos! ¿Puedes imaginar a alguien así cerca de Rosie?

— Conozco muchos de esos y... —Millie murmuró, apretando los labios—. ...es doblemente curioso que Rosie haya hecho un contrato con uno.

— ¿Ves? deberíamos pagarle una visita a nuestra querida amiga y enterarnos cómo ha sido su experiencia.

— Aunque digas que no te gusta el chisme, te mueves mucho por él. —Millie bromeó con picardía y despreocupación.

Le gustaba eso de Millie, él se dio cuenta. Esa familiaridad que tenía con él. Ella era una de las pocas personas en el Infierno que podía permitirse ese tipo de confianzas con Alastor.

— Oh, no es chisme, petite, es información social. —Alastor respondió, sin esconder su buen humor.

Además, no había mentido; era hora de visitar a Rosie. Tal vez eso lo distraería de la sensación de esa peculiar sensación que lo llevaba siguiendo los últimos días.

— Oh, un momento... —Millie lo interrumpió, sosteniendo ese artefacto electrónico que todos parecían considerar esencial para comunicarse en cualquier lugar.

Por un momento ella solo miró la pantalla, tocándola con sus dedos rápidamente. Millie sabía mantener distancia de esa cosa cuando estaban juntos, así que Alastor sabía que debía ser una emergencia. Ella dejó caer sus hombros y lo miró con preocupación.

Eso era nuevo.

Extremadamente nuevo.

Millie... ¿preocupada?

— ¿Sí...? —Alastor alzó una ceja, sintiendo la estática rodearlo—. ¿Sucedió algo? ¿El demonio al otro lado de esa cosa te molestó?

Millie negó con la cabeza y miró su teléfono móvil antes de volver sus ojos a él.

— ¿Recuerdas que hace dos días te pedí que adelantaras mi día libre para encontrarme con Blitzø...? Bueno... él se quedó con mi tarjeta de membresía y realmente la necesito. —Millie mordisqueó su labio inferior—. Pensé en visitarlo esta noche, pero Blitzø me dijo que está fuera de la ciudad, en el bosque...

Virtue and ViceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora