El disparo rompió una de las ventanas que aún se mantenían enteras y resonó por el lugar abandonado haciendo eco en las calles.
— ¡Lo siento! —El otro imp gritó.
— Fascinante... —Alastor meditó en voz alta y luego bajó el tono para que solo Millie pudiera oírle—. Ese demonio no deja de mirarte.
— ¿Oh...? —Millie ladeó su cabeza con curiosidad y tuvo que admitir que el imp alto la observaba con atención, incluso mientras Vox lo regañaba.
— Es curioso, en verdad. Estoy seguro de que él sabe quién eres.
— ¿Quién soy...? —Millie sacudió su cabeza—. No, no lo reconozco, no creo que sea de Ira.
Alastor rio entretenido. Ella había aprendido que esa risa en especial no se debía a que estuviese burlándose por desconocer algo, sino porque la encontraba a ella o a la situación entretenida. El año que llevaba trabajando para Alastor le había enseñado a sentir más curiosidad cuando él se reía así.
— No, petite. No me refiero a eso. —Alastor agitó su micrófono y movió sus cejas sin borrar esa sonrisa astuta de sus labios.
Oh.
¡Oh!
Millie miró al otro imp y sintió dudas. Si él sabía que ella era la hada que Alastor solía describir en su programa de radio ¿por qué estaría mirándola de esa forma tan... entusiasta? No, imposible.
— ¿Acaso pones en duda mi teoría? No hay duda de que, simplemente por estar a mi lado, cualquiera sabría que eres capaz de hacer. Y, a pesar de eso... —Alastor tamborileó sus dedos sobre su mentón—. Sí, no deja de mirarte ¿verdad? ¡Lo hace! Debes admitir que es curioso. Seres como nosotros, bajo nuestra verdadera naturaleza, no atraemos miradas como esas.
Millie mordisqueó su labio inferior. Era verdad, ni siquiera en el Infierno la gente se entusiasmaba por el tipo de masacres que ellos dos encontraban como entretenidas. Esa era la conexión la unían fácilmente a Alastor. A simple vista, la gente parecía atraída hacia ellos por diferentes motivos. Él, por ser un caballero enérgico; y ella, por su vivacidad y alegría. Sin embargo, todo interés desaparecía cuando los demás veían lo que eran capaces de hacer, las atrocidades que ocurrían a través de sus manos y cuánto disfrutaban haciéndolo. La gente huía o simplemente mantenía la distancia.
Pero el guardaespaldas de Vox ni siquiera estaba prestando atención a los regaños de su jefe. Tenía sus ojos fijos en ella y una sonrisa de reconocimiento en los labios. La forma en que la miraba era firme, segura y, a la vez, reverente.
No, probablemente estaba malinterpretando las cosas.
— Bueno, dejando de lado tu nuevo admirador... Esto es lo que querías ver, petite, —dijo Alastor mientras abría los brazos hacia lo que una vez fue uno de los territorios de Valentino y ahora era un campo de batalla entre pandillas—. Pura incompetencia. —Y su voz resonó por todas las calles, reviviendo cada radio que pudiese aun existir.
— ¡Oye! ¡Dímelo en la—! —El otro imp intentó refutar mientras se abalanzaba hacia ellos desde el otro lado de lo que en algún momento fue una plaza, pero Vox lo atrapó y le tapó la boca.
Millie contuvo su risa. Mentalmente le dio puntos extras al imp por tener las agallas de pensar que tenía oportunidad en contra de Alastor.
Ese lugar estaba abandonado, la señal estaba muerta y dudaba que hubiese algo de electricidad. Las ruinas de fábricas caseras de drogas y autos que alguna vez debieron transportarlas habían dejado la zona en un estado de caos. Las pandillas habían saqueado todo, no quedaba ni rastro de la organización que antes tenía bajo control Valentino. Ahora, ante el desinterés de Angel Dust por continuar con ese negocio, los productos estaban distribuidos por diferentes grupos que luchaban entre sí por intentar formar un monopolio. Era un caos y el mercado se había vuelto tan amplio que Millie había visto algunas creaciones tan económicas como un café complicado en una bonita cafetería.
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Virtue and Vice
Hayran KurguCuando Lucifer otorgó la posibilidad de pactos entre demonios y pecadores, obligó a los Overlords a servir como ejemplo. Desde entonces las mareas de cambio se extendieron. Y de repente, la hostilidad de la ciudad comenzó a disminuir. Pero la redenc...