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"Tom vs. Georg".

Decir que me quedé sin palabras era más que un eufemismo.

Me quedé estupefacta, impresionada, muda y muchos otros adjetivos que describen desconcierto y sorpresa.

Ni siquiera estaba segura de seguir respirando.

La cara de Tom seguía estado muy cerca de la mía, y nuestras respiraciones se mezclaban.

Sólo necesitaba avanzar un par de centímetros más y podría besarlo.

«Porque eres mía».

¡Dios!.

De sólo recordarlo, sentí escalofrios en todo el cuerpo.

Tom apoyó su frente contra la mía mientras me acariciaba las mejillas con sus cálidos pulgares.

Me estaba muriendo de ganas de besarlo.

Nuestras narices se tocaron, nuestros labios quedaron a milimetros de distancia.

Abrí ligeramente la boca, ansiando sentir la suya.

Sus ojos se veían más oscuros de lo habitual.

Los miré fijamente y me pregunté: «¿Por qué no me estás besando?».

La respuesta era obvia y me cayó como balde de agua helada.

Tom no iba a besarme.

Quería que yo lo besara, para asi estar libre de culpas por haberme incitado de nuevo.

El quería que yo cruzara la frontera de la amistad que el había dibujado entre nosotros, la cual se agujereó cuando dijo aquello de: «Eres mía», pues, hasta donde yo sabia, los amigos no son propietarios de sus amigos.

¿A dónde iba con todo esto?.

Entender a Tom podía ser sumamente agotador.

No podía fingir ser mi amigo y luego besarme.

De algún modo, él sabía que yo no me iba a resistir a besarlo.

Sabía que estaba loco por él, lo cual me ponía en una posición desventajosa.

Sin importar cuántas ganas tuviera de besarlo, lo cual me moría por hacer, y sabía que no debía hacerlo.

Ya lo había hecho dos veces y había terminado con el corazón roto.

Así que sí, estaba loca por el tipo, pero no era tan estúpida como para tropezarme con la misma piedra.

Albert Einstein dijo: «La locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados distintos».

No podía seguir haciendo lo mismo, esperar que pasara algo diferente.

Necesitaba cambiar el juego.

Sin embargo, tener a Tom tan cerca era demasiado tentador.

El calor que emanaba su cuerpo me atraía hacia él.

Mi corazón anhelante me gritaba que me lanzara a sus brazos, pero mi cerebro tenía otros planes.

Como escuchar a mi corazón no me había dado buenos resultados, quizá era hora de escuchar a mi cerebro.

Ignoré las protestas de mi cuerpo, puse las manos sobre el pecho de Tom y, con todo el autocontrol que logré reunir, lo empujé hacia atrás.

Al volver a estar lejos de él, sentí frío.

𝗺𝘆 𝘄𝗮𝘁𝘁𝗽𝗮𝗱 𝗹𝗼𝘃𝗲 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora