Capítulo 7

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Richard

Tenía que agarrar un taxi, hoy iba apurado con el maletin en mi mano. En estos momentos maldecía desde mis adentros la reunión familiar que hizo mi madre ayer por la noche, ahora iría desvelado, todo el día en automático.

—Mierda, ninguno me da caso. Necesito un auto—uno había parado frente mio, y agradecí suspirando mientras aflojaba un poco mi corbata y secaba el sudor de mi frente con un pañito de mano después de entrar y cerrar la puerta—. La asamblea del estado Connecticut, por favor.

—Claro, señor—me mira por el espejo retrovisor—Así que trabaja por ahí.

—Si señor, soy arquitecto, mi trabajo es terminar planos de edificios o viviendas.

—Eso es genial—hablábamos mientras manejaba—. Tuve una hija que quería estudiar arquitectura.

—¿Tuvo?

—Si, se enfermó, nadie pudo hacer nada—suspira con tristeza.

—Lo siento mucho.

—No te preocupes, esta bien. Estuvo enferma desde los siete años, teníamos que estar preparados para el momento.

—Comprendo, es una triste situación—La conversación fue triste, principalmente por recordar a mi hermano y su muerte, que a decir verdad no había superadpo para nada, solo había aprendido a vivir con ello.

Cuando llegamos estiro mi mano con el dinero, y después de despedirme bajo del auto, miro la ciudad y respiro para nuevamente caminar hasta el edificio. Subo con el ascensor—qué estaba llenisimo por cierto—, sintiendo la presión del día encima de mi como si pudiera aplastarme en cualquier momento u situación.

—Bueno, empecemos con el trabajo. Tenemos exactamente dos semanas para terminar todo esto—digo entrando a la oficina mientras dejaba el maletín en mi escritorio.

—Señor, ¿necesita un café?—dice Yas, en sí era ayudante de la empresa, pero pasaba más pendiente de lo que yo necesitara. Llevaba usualmente sus faldas pegadas y camisa sin manga. Sabía que su intención en realidad no era hablar solo conmigo, aunque esas cosas no me interesaban ahorita, en mi mente en realidad solo pensaba como podía conquistar a Verónica.

—Si, serías muy amable. Uno muy fuerte, con poca leche. Necesito estar despierto.

Normalmente tenía una vida aburrida, trabajaba sin parar y era una responsabilidad grande tener en alto las expectativas de una familia con dinero, y la reputacion de mi apellido. Explicar como debía ir todo en su lugar y de vez en cuando ir al lugar donde se realizaba la construcción, verificar que todo en los planos y construcción estuviera bien hecho, ese era mi trabajo.

En realidad, no era como si tuviera alguna motivación o algún motivo, sin embargo en mi vida era muy positivo y optimista. Todo en mi punto de vista estaba equilibrado, me mantenía firme como líder y controlaba mi vida, nunca perdía el equilibrio. No me gustaban esas situaciones que me fueran a desequilibrar. Creo que siempre fui sensible, y ahora que crecí me aterraba también la idea de no encontrar el amor, y aunque no crecí con esa mentalidad era un poco complicado no pensar en ello para ser honesto.

Miro el reloj de mi mano—Es hora de irme—toco el hombro de Yas—. ¿Podrías dejarle estos papeles a Jean? Dile que encontré solamente una falla, que este proyecto en dos semanas estará ya terminado.

—Bien. Linda tarde, señor—no dije nada, y baje en el ascensor. Regresé en taxi y hice la misma rutina: Abrir mi departamento, quitarme la corbata y el saco, dejar los papeles en la mesa de estar y buscar ropa cómoda para darme una ducha caliente por aproximadamente veinte minutos, y después iría a darme algún paseo por la tarde a distraerme de la soledad con un cigarrillo al día que usualmente solo consumía uno diario después del trabajo.

El último cigarrillo [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora