Capitulo 15

47 33 12
                                    

Richard:

—Dijo algo así como que era una rosa, y que en cualquier momento podría lastimarme.

—¿Y qué piensas hacer con todo esto?

—En realidad no lo sé muy bien, ni siquiera lo entiendo del todo.

—Bueno, yo diría que es miedo, ya sea de parte de ella o de parte tuya—dice Jean mientras hablábamos de lo que había pasado con Verónica la noche anterior en su oficina antes de la reunión.

—¿Ah?—frunzo el ceño confundido sin entender lo que quería decirme muy bien.

—Tu le dices que la amas. Pueden haber dos cuestiones, y una de ellas es miedo a que le hagas daño.

—Pero, se refiere a ella misma, en realidad. Dice que tiene miedo de hacerme daño.

—¿A caso pasa algo con ella?—pregunta. No le había contado antes sobre que Verónica consumía drogas—¿Por qué una persona diría eso sin motivo alguno?

—Drogas—hago una línea con mis labios.

—Oh, amigo... Hubieras empezado por ahí—Rasco mi nuca como si hubiera cometido un gran error contándole, él se acerca y me pone una mano en mi hombro como de costumbre—. No la criticaré ni nada parecido, ahora me parece entender mejor la situación.

—¿Y bien? No es como si le pudiera contar esto a alguien más. Necesito saber cómo puedo hacer...

—Si te soy sincero, en estos casos lo único que se puede hacer es esperar. Sorprenderla, conquistarla y esperar.

—¿Sorprenderla?

—Distraela. Seguro ahorita debe de estar muy mal en esa situación, por eso te comentó todo ello ayer. Haz que pase tiempo contigo, sin presionarla, tampoco le comentes mucho sobre lo de ayer—toco mi barbilla pensativo.

—¡La playa!

—¿La playa? ¿De qué diablos hablas, Richard?

—Una noche, en la playa.

—Pues, si que me sorprendiste. Yo no hubiera pensado en eso si fueras tu.

—Tengo auto, ya no tengo de que preocuparme.

—¿Y todo lo harás tu?

—¿Debería poder ayuda?—él ríe.

—En veces me vuelves loco, Richard. Me sorprende todo lo que haces por esa chica—se me acerca—. Dale, yo te ayudo.

—¿Por qué lo harías?

—No tienes arreglo, amigo—Jean mira el reloj de manija—. Deberíamos ir ya.

Se hace tarde, el cielo estaba atardeciendo y agradecía que fuera buena idea comprar un auto en todos los casos y dejar un poco mi orgullo. Llego cerrando la puerta y me dirijo a mi departamento.

Abro rápido y me doy una ducha rápida, salgo sin probar nada del refrigerador lo contrario de como hacia todos los días.

—¿Por qué llegas en auto?—pregunta Verónica sentada en la banca—Pensé que vendrías de tu departamento, ¿Pasa algo?

—Es una sorpresa. Quiero que vengas conmigo—la tomo de la mano y ella se levanta totalmente desconcertada.

—¿Sorpresa? Bueno... Esto si que es raro—dice entre risas nerviosas—. En veces me asustas, como el primer día que te conocí.

—El mejor día—ella toma mi mano con más fuerza y se pega más a mi.

Abro la puerta para que ella pudiera entrar, luego rodeo el auto y comienzo el camino.

El último cigarrillo [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora