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El viaje en el auto fue muy corto para Félix que se quedó dormido apenas dejaron el departsmento, luego de una ducha más.

Cuando despertó estaba en una gran cama, y con los brazos de Hyunjin sosteniendo su vientre. Mientras sentía como su cachorro de movía con entusiasmo dentro de el. Parecía que reconocía el tacto de su padre.

—Es maravilloso, ama cuando le cantas una canción de cuna— los castaños ojos de Hyunjin lo miraron fijamente. —Y será un omega como tu,—

Félix asintió y cerro los ojos nuevamente, últimamente se sentía más agotado y de cierta manera su cachorro y Hyunjin acaban con sus energías. Quisa sólo necesitaba dormir un poco más.

Sintió el aroma de alguien más en el lugar, no es que le importará eso. Pero sus feromonas le reviolvieron el estómago y se levanto con la ayuda de Hyunjin para ir al baño. Aunque sólo tuvo las arcadas por algunos segundos nada más hasta que Hyunjin lo llevará de nuevo a la cama.

—Mi madre estuvo aqui—. Le beso la mandíbula. —Estaba muy molesta y su olor no se irá por un rato. Lo siento—

Félix sintió un escalofrío recorer todo su cuerpo de pies a cabeza. Y por una extraña razón negó con la cabeza y se escondió entre los brazos de su alfa.

—Oh cariño sólo a venido a saludarnos y ha mandado por un médico para que revise a nuestro niño.— le sonrío —Ella está Félix porque será abuela dentro de cinco meses más.—

Félix le tenía miedo, sabia que clase de mujer era Yeji. Tenía miedo de que intentará quitarle a sucachorro. Eso era lo que menos queria, no queria que le pasar a algo a su bebé.

—¿ya mejor? Estas muy tenso cariño— sonrío mientras volvía a recostar a Félix en la cama. —No tienes que tener miedo, tu y el cachorro estarán bien mientras sigas aquí conmigo.—

<—El verdadero peligro es quedarte con el. Félix el no es una buena buena persona. Está obsesionado contigo. Date cuenta—> 

Esas palabras tomaban cada vez más sentido. ¿Que lo hacia tan especial para Hyunjin? Si el no tenía nada, quizás sólo era por el fuerte apego de sus lobos. Pero aún siendo de esa manera era muy egoista.

—Si, lo sé— suspiró y aquella argolla alrededor de su dedo pesaba. —lo prometiste...— aquel vacío en su pecho volvía a aparecer y era doloroso.

—Lo hice y lo cumplire, siempre cumplo mis promesas, Félix— dijo con frialdad, por que el nunca fallaba una promesa.

Y Félix lo sabía.

Y Félix lo sabía

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