15. Arella. Las reglas son las reglas

83 4 0
                                    

—Pero ¿tus padres están por aquí, verdad?

—No tengo ni idea.

Paso el peso de una pierna a otra, nerviosa, y mirando por todo el lugar. Por mucho que ya estuviera todo casi oscuro, esto brillaba muchísimo.

—No tienes que estar nerviosa.

—Vaya, me encantan tus consejos —ironizo, sin mirarlo.

Pone sus manos en mi cintura de repente, y acerca sus labios hasta mi cuello, dejando pequeños besos y hasta lamidas ahí.

Me pego más a él por impulso.

—¿Qué haces, Aydrel?

—No lo sé —responde, con la voz más ronca que he escuchado en toda mi vida.

—Así no... —le regaño, pero tampoco hago el ademán de apartarme o apartarlo.

—¿Eso es que quieres que me aparte?

—Significa que quiero que te aclares.

Ríe, poniéndome todos los pelos de punta.

—Además, así tampoco es que ayudes mucho —gimo más que hablo, ladeando la cabeza para ayudarle un poquito en su trabajo.

Expulsa todo el aire de golpe por la nariz a posta el muy capullo, y a mí se me calienta todo. Mucho más cuando por todo el lugar se empieza a escuchar música. Bachata, más que nada.

El Pañuelo de Romeo Santos y la ROSALÍA.

—Ya veo que lo de la bachata viene de nacimiento —susurro, empezando a moverme al mismo ritmo que él, por mucho que no sepa bailar.

Un cigarrillo me acompaña al aaabiiismo. Igual que tú, no tengo suerte en el aamooor. Amar a ciegas te quita podeeer. Por el riesgo al corazón dañando sentimientooos —empieza a cantar sobre mi piel, y yo muevo mis caderas de un lado a otro, imitándolo e imitando a otras personas que estaban por aquí bailando.

—No sé bailar, Aydrel —río, echando la cabeza hacia atrás cuando me da un gran lametón en la mejilla, juguetón.

—Para no saber, lo haces increíblemente bien —me mira travieso, enarcando una ceja.

Nunca lo había visto tan contento, tan sexy y tan guapo como ahora: sudado, con las mejillas ligeramente rojas, con una camiseta de tirantes negra y unos pantalones anchos de chándal.

Pegados, nos movemos de lado derecho a lado izquierdo o a la inversa. Aunque en los primeros cuatro tiempos, comenzó realizando tres pasos laterales hacia la izquierda y, finalmente, punteó con la derecha en el cuarto tiempo. Y no sé cómo lo hago, pero hago una especie de ola con la barriga (una demasiado sensual para mi gusto), y Aydrel me aprieta más contra él, con una sonrisa maliciosa y peligrosa.

—Siempre me miras así —le digo, mirándolo de arriba abajo.

¡Joder! ¡¿Por qué baila tan bien y es tan pero tan atractivo y guapo y capullo y...?!

—Lo sé —responde, enterrando una mano en mi pelo por la nuca.

—¿Por qué? —entrecierro los ojos, curiosa.

—Porque me gustas.

—Y tú a mí también —confieso, pero eso ya lo sabemos los dos—. Pero... me miras con algo más que...

—¿Deseo? —me susurra cerca de los labios, interrumpiéndome.

Abro la boca y la cierro.

—Yo no sé qué es eso.

Donde nos lleve Nuestro Vuelo © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora