25. Arella. Final. ¡A qué esperas! ¡Vamos a volar juntos de verdad!

71 4 1
                                    

—¿No has pensado en meterte en otro insti? —pregunta Aydrel, mientras gira el volante y se mete en una calle completamente diferente.

—No me digas que me vas a llevar a otro sitio sorpresa, por favor —lloriqueo, mirándolo—. No he avisado a mi madre.

Sonríe de medio lado, soltando una risita.

—Pero... tú sí que lo has hecho, ¿verdad? —bufo, escuchando como se ríe—. Venga ya, no puedes hacer esto.

—Sí que puedo. Lo estoy haciendo.

—¿Y mi opinión no cuenta o qué?

—Ahora mismo la verdad es que no.

—Vamos a tu casa, ¿no? —suspiro, rindiéndome y subiendo los pies encima del asiento para abrazar mis piernas.

Niega con la cabeza lentamente.

—Vamos a mi futura casa —corrige.

Giro la cabeza rápidamente, abriendo los ojos como platos y mirándolo como si se hubiera vuelto loco.

—¿He escuchado bien o...?

—Llevo mucho tiempo ahorrando y bueno, también estoy teniendo la ayuda de mi padre últimamente —carraspea incómodo, acomodándose mejor y tensando los hombros—. Todo va correctamente con la casa.

—¿Y vosotros cómo lo lleváis? —pregunto suavemente. No quiero que se sienta atacado ni obligado a responder, pero me gustaría mucho que me hablara sobre el tema, porque antes estaban fatal y creo que desde el día de la boda, han estado hablando más de lo habitual.

—Vamos bien. Bastante bien —responde, pensativo—. Hace tiempo que las cosas no eran así y ahora hasta nos podemos dar un pequeño abrazo o sentarnos en el mismo sofá —se alegra y hasta puedo decir que sus ojos se vuelven más brillantes. No sé si porque tiene ganas de llorar o porque se siente orgulloso—. El otro día habló conmigo.

—¿Quieres hablar de eso? —estiro la mano y la pongo en su cuello, acariciándoselo y haciéndole un pequeño masaje para que libere tensiones. Todo su cuerpo está rígido.

—Si sigues haciendo eso, sí —gruñe, cerrando los ojos por unos segundos.

Estallo en carcajadas al notar todos sus vellos ponerse de punta, pero aliviada de que ahora esté más relajado.

—Estuvimos hablando de lo que pasó —comienza, cogiendo una gran bocanada de aire—. En cómo me metí en ese mundo, porque no todas las personas se meten por gusto, ¿sabes? En fin, le expliqué lo del profesor y que después, al ir probando y probando más cosas, me enganché y me di cuenta de que todo lo que consumía, me ayudaba a aceptar y olvidar más rápido algunas cosas por las que pasé hace unos años.

—¿Qué te pasó? —pregunto, frunciendo el ceño.

Creo que nunca me ha hablado de eso. O sea, sé cosas sobre él, cosas sobre su infancia, pero no sabía que tuvo problemas o traumas.

—En el colegio lo pasé bastante mal —confiesa—. Las cosas no siempre estuvieron bien, llegó un momento que las cosas se torcieron y los de mi clase se metían conmigo.

—¿En serio?

—Sí. Tengo que decir que no fue mucho tiempo, pero lo suficiente para que cambiara bastante. Cuando te digo bastante, quiero decir que hasta dejé de hablarle a mis padres —ríe tristemente.

—¿No les contaste por lo que estabas pasando?

—No quería que se preocuparan ni quería que vieran, que no podía defenderme.

Donde nos lleve Nuestro Vuelo © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora