17. Arella. Iluminación y eufonía (2/2)

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Para nuestra buena suerte, sus padres no estaban muy lejos, así que nada más llegar y sentarme de golpe en el césped, nos quedamos viendo cómo hacían fotos y videos, y videos y fotos y... En fin, muchas cosas, alrededor de una hora.

—¡Oye! ¡Esteban! —chilla de repente Aydrel, llamando al fotógrafo, el cual se estaba alejando para irse hasta el próximo lugar y seguir con las fotos con todos los invitados—. ¿Te acuerdas de la vez que te ayudé? ¡Me debes una!

—¿Qué es lo que quieres ahora? —le gruñe, mirándome de reojo como si yo tuviera la culpa o pudiera hacer algo al respecto.

—Ya es la hora de que me devuelvas el favor —sonríe ampliamente, guiñándome un ojo.

—¿Qué clase de favor? —entrecierra los ojos, con recelo.

—Que nos hagas unas fotos, obviamente.

Entonces, suspirando y haciéndonos una señal con la mano para que nos acercáramos rápido por ir muy justos de tiempo, nos volvemos a levantar. De hecho, iba yendo con toda la ilusión del mundo, hasta que de repente, escucho como Aydrel llama a su padre, cuando este pasa por su lado.

Intento no escuchar su conversación con todas mis fuerzas, de verdad, pero quedo de piedra cuando Reagan lo empuja por el hombro, queriendo que su hijo se marchara; pero entonces, Aydrel, alzando el tono de voz, le dice:

—Estoy limpio, papá.

—Limpio... ¿Limpio cómo? —murmura él, y sé que está paralizado en el sitio, por mucho que no lo vea.

—Todo. Lo he dejado de verdad.

Sigo andando, porque está claro que es algo muy... delicado y algo de lo que tienen que hablar.

Alrededor de diez minutos, vuelve.

Comenzamos a posar y a hacer mini videos "aesthetic", paseándonos por todo el sitio y jugando con las ramas de los árboles o hasta con la tierra.

—Eso es, eso es —No paraba de repetir, mirándome especialmente a mí.

Agarro tierra con mis manos y la tiro al aire, dando vueltas sin parar y notando la mirada y la sonrisa de Aydrel a mis espaldas.

No sé si odio o amo que esté ahí, únicamente observándome.

Como no, no podía faltar hacer el típico baile de príncipe y princesas; dando vueltas sin parar o cogidos de las manos mientras nos paseábamos de lado a lado, sin despegarnos ni un segundo la mirada, sonriéndonos.

Aydrel rodea mi cintura con un brazo, riéndose, para levantarme y darnos una vuelta románticamente. Ni siquiera sé cómo puede aguantar mi peso.

—¿Dónde has aprendido a bailar así? —digo como puedo, mientras me lanza y me recoge como una muñeca de trapo.

—¿En serio me estás preguntando eso? —enarca una ceja, con obviedad, pero claramente divertido.

Abro la boca y la vuelvo a cerrar, entendiéndolo.

—Vale. Tus padres. —Ruedo los ojos.

Ahora mismo, solo nos faltaba el caballo.

—Arella, ¿verdad? —pregunta Esteban, bajando la cámara para poder hablarme como es debido y poder mirarme. Asiento con la cabeza—. Si no fuera mucha molestia, al acabar toda la celebridad, me gustaría poder hacerte unas fotos solamente a ti. Estás hecha para esto.

Sacudo la cabeza, estupefacta.

—Cuidado que cobramos por adelantado —bromea Aydrel, cogiéndome de la mano y entrelazando nuestros dedos.

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