Adiós Toledo

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Las palomas, asustadas por los apresurado pasos se lanzaban en picado al río, mientras que a él, la bufanda le tapaba tanto la cara que solo alcanzaba a ver las sombras que proyectaba el atardecer.

-¿Lo tienes?
- Lo tengo.

Del interior de su pequeño bolso sacó el más ansiado de los objetos.
- Creo sin lugar a dudas que eres increíble. 

La agarró de las manos y besó unos guantes raídos.

- Eres un zalamero. Vete de una vez, si nos pillan sabes que nos cuelgan.

Lo vio sonreír y tocarse el bolsillo. Así que sin mirar atrás, dejó Toledo a sus espaldas.

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