CAPÍTULO 9 | UN CASO PERDIDO

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«Oh, I love it and I hate it at the same time»

David Kushner - Daylight


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Las calles solitarias y oscuras de Londres lo engulleron como si de una bestia hambrienta se tratara. El sonido sedoso del motor lo envolvió en una especie de pequeña burbuja de paz y, por un breve momento, Aemond olvidó quién era y hacia dónde se dirigía. El viento intentaba golpearlo desesperadamente pero su piel no podía sentirlo, ya que estaba cubierta por la ropa, que se movía violentamente al recibir aquellas sacudidas.

Cuando la calle de Alys quedó al alcance de su vista Aemond aminoró la marcha y sintió cómo su cuerpo se cubría de un frío incómodo y extraño, era como si su propia piel lo estuviera avisando para que diera media vuelta, gritándole que ese no era su lugar, sino cualquiera en el que su chico de ojos tristes estuviera.

El simple recuerdo de Lucerys lo dejó sin respiración. Había luchado tanto por no pensar en él durante su trayecto que ahora le dolía la cabeza, porque estaba completamente convencido de que si recordaba aquella expresión de dolor que vio justo en su rostro antes de marcharse no hubiera podido continuar y hubiera dado media vuelta para regresar con él, para suplicarle su perdón y para dejar que la calidez de su cuerpo lo entibiara con uno de sus reconfortantes abrazos.

La calle estaba vacía cuando él llegó, las farolas comenzaron a parpadear avisando de antemano de que en pocos minutos se encenderían por completo al caer la noche sobre la ciudad. La fina brisa que antes intentaba morderlo con saña ahora lo rozaba de forma suave y liviana, como una fina caricia que lo ayudó a tranquilizarse un poco.

La casa de Alys estaba en una de las zonas acomodadas de la ciudad, en un barrio residencial lleno de gente pija y engreída. Aemond podía permitirse tener su propia casa en un sitio así, o incluso dos, pero sabía que no podría aguantar tanta cordialidad fingida por parte de las personas que sabía que vivían allí, ni tanto trato de favor por el simple hecho de tener más dinero que otros. Él era completamente feliz compartiendo piso con dos de sus mejores amigos, y no pensaba irse de allí por nada del mundo.

En más de una ocasión Daemon le había pedido que volviera a vivir con él, pero Aemond sentía tanto miedo de que las cosas volvieran a salir mal entre ellos que prefirió dejarlo todo como estaba.

Él amaba a su padre con todo su corazón, pero aquella discusión que ambos tuvieron dejó una fractura en él que no conseguiría cerrarse jamás. Por mucho que hiciera, por mucho que se esforzara... sabía que esa herida que él mismo provocó nunca se curaría. Siempre sangraría, y ese sangrado lento pero constante era lo que estaba matándolo por dentro.

OTOÑO EN TU MIRADA | lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora