CAPÍTULO 25 | MUÉSTRAME CUÁNTO ME AMAS

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«Just open up, let your body talk for ya»

Chase Atlantic - Tidal Wave


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Cuando las luces del garaje se encendieron, Vhagar resplandeció ante sus ojos como si fuera una perla de color negro intenso que lo llamaba para que la tomara como obsequio.

Esa simple imagen se clavó en sus ojos y llenó su visión por completo.

Aemond amaba desplazarse en su moto, porque podía sentir que, de alguna forma, ella le permitía volar a través de las calles transitadas de la ciudad, ofreciéndole una libertad y una sensación de plenitud en la boca del estómago que nada más podía darle... salvo su novio.

Lucerys Corr, ese precioso chico de ojos tristes que lo había conseguido obsesionar desde que sus miradas se cruzaron en aquella cafetería tiempo atrás.

Jamás pensó que alguien podría hacerle perder la cabeza de esa forma.

Jamás creyó que fuera capaz de amar a alguien con tanta intensidad como lo amaba a él.

Con paso firme y, recordando la petición que su novio le había hecho horas atrás, Aemond se puso el casco, preparó el de Lucerys y metió la llave en el contacto. El rugido del motor de Vhagar sonó como si fuera un verdadero monstruo a punto de comenzar su caza.

Tardó pocos minutos en llegar frente al bloque de pisos donde él vivía, y cuando lo vio bajar y salir por la puerta, con esa mirada color café tan desafiante, sintió cómo su piel se erizaba.

Lucerys iba vestido de negro, llevaba unos vaqueros ajustados y una camiseta con cuello alto. Su chaqueta de cuero le hizo esbozar una sonrisa, porque sabía que ese estilo de ropa le ponía demasiado.

El castaño aquella noche quería acabar con él de la forma más mortal y más dulce posible, y por nada del mundo iba a impedírselo.

Aemond se bajó de la moto con la gracia que lo caracterizaba y, cuando se quitó el casco y se dio la vuelta para saludar a Lucerys, este le sorprendió lanzándose a sus brazos y devorando su boca como si llevaran mucho tiempo sin verse.

Al sentir aquel repentino acercamiento por parte de su novio, Aemond se agarró con fuerza a sus caderas para evitar que ambos se tambalearan y terminaran cayendo al suelo.

Sus labios comenzaron a entrelazarse una y otra vez, sus lenguas también se lamieron con desesperación, consiguiendo que las respiraciones de ambos comenzaran a ser jadeantes y nerviosas.

OTOÑO EN TU MIRADA | lucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora