Capítulo 3: Azael

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Hice lo primero que se me vino a la cabeza:

—¡Nariman! —le llamé y di un paso hacia él—. Entra a la mansión.

Pero por favor, Audrey, tienes menos autoridad que una lechuza.

Por supuesto que la reacción de Nariman no solo fue quedarse en su sitio como si nada, sino también que apretó sus labios para contener la risa.

—Sonaba mejor en mi cabeza —murmuré para mí.

Di un brinco del susto cuando Azael pareció agotado del espectáculo, entonces cazó al chico de pequeño tamaño del cuello, lo obligó a levantarse a pesar de su resistencia y estampó su espalda contra la verja. Su violenta y salvaje fuerza me aturdió.

—Vuelvo a escuchar por el pueblo nuevamente tus amenazas... —advirtió en un tono áspero, digno de espantar— y te romperé el cuello, ¿has entendido? —Lo soltó de forma brusca y el chico empezó a toser fuertemente—. Ahora lárgate.

El chico no lo pensó dos veces y salió corriendo para escaparse.

—¿Se habrá orinado? —preguntó Nariman entre risas apenas desapareció.

Por mi parte seguía agitada, nerviosa y espantada. De mi boca salió agua de vapor a causa del frío. Mi acelerada respiración captó la atención de Nariman y Azael cuando el lugar se sumió en un tenso silencio.

Azael fue quien habló en un susurro suave, curioso y perverso:

—¿Entonces tú eres el nuevo juguete?

No sabía por qué, pero los ojos claros de Azael lograban ponerme tan nerviosa que tenía la necesidad de evitar su mirada. No le hice caso a mi instinto y mantuve mi mentón en alto.

—Preferiría que se refirieran a mí como su niñera —me limité a decir.

—Pues no pareces ser alguien que tiene todo bajo control. —Azael fingió un mohín de decepción—. Teodora suele elegir muy mal a los empleados. Me pregunto por qué sigue trabajando para nosotros.

—Ha elegido a una chica que acaba de llamarte imbécil, Azael, ¿qué esperabas? —resopló Nariman, negando con la cabeza para seguirle el rollo—. Esta es mucho más impertinente que las otras.

Azael lo miró con una expresión herida y yo me sentí culpable.

—Es cierto —objetó Azael detenidamente y me observó con una ceja levantada.

—No sabía que eran los niños que debía cuidar —aclaré con firmeza—. ¿Teodora sabe que su hobbie favorito es agredir a personas que no cuentan con sus mismos privilegios?

Quizás estaba cruzando una línea que no debía cruzar, sin embargo nada de eso me importó. Estaban comportándose como unos irrespetuosos y acababa de ver una secuencia en la que fueron involucrados y muy violentos por cierto.

Estaba a cargo de ellos. Debía hacerme respetar.

—Teodora no sabe muchas cosas. —Azael se acercó a mí de forma amenazante—. Cosas que no saldrán de tu boca si quieres dormir tranquila las próximas pocas noches que estés en nuestra casa.

El tono culminante de su voz me hizo entender que esto era nada más y nada menos una advertencia: quédate callada o te quedarás sin empleo

—¿Pocas noches? —repetí y solté una pequeña risa, pareciéndome absurdo—. Estoy aquí hasta terminar mis estudios, así que si tienes algún problema con eso puedes expresarle tu descontento a Teodora. Ahora, ¿qué tal si entran de una vez?

—Seré claro —me interrumpió Azael, y ahora no sonaba ni divertido ni sarcástico, sino implacable y directo—: Teodora te contrató, pero trabajas para nosotros y tengo el poder de echarte de mi casa con una patada en el culo, así que guarda tu autoridad en tu bolsillo porque no soy para nada paciente.

El Secreto de los 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora