Capítulo 8: ¿Correr?

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¿Correr?

———

—¡Hola, cariño!

Estaba manteniendo el equilibrio sobre una rama gruesa de un árbol, con el teléfono en el oído y una sonrisita nerviosa.

—Hola, bebé —me devolvió el saludo. Juraría que estaba sonriendo del otro lado de la línea—. ¡Conseguiste señal! Eso es genial. Echaba de menos tu voz.

Casi caigo del tronco donde estaba montada por perder la estabilidad, entonces alejé por un momento el móvil de mi oreja para acostarme boca abajo sobre el árbol. Gemí mientras trataba de incorporarme.

—¿Cariño? ¿Qué fue ese ruido? —oí a Everett decir.

Sonreí cuando pude sentarme sobre el tronco. Balanceé felizmente mis pies por el aire.

—Sí, la he podido conseguir —respondí luego de hacer todo ese lío—. Como mono, pero he podido.

Everett rio.

—¿Estás arriba de un árbol para coger señal? ¿No bromeas?

—Este maldito pueblo está tan alejado de todo que no tuve otra opción —murmuré—. Pero olvídalo. Estoy cómoda. —Mentira, me dolía el culo—. ¿Dónde estás? Hay mucho silencio.

—En la oficina de mi padre. Mi coche se descompuso ayer y vine aquí a pie para que él me lleve en su auto. Sabes que odio viajar en bus.

—Entiendo —musité—. ¿Cuándo podemos vernos? Este sábado es mi día libre.

—El sábado tenía una clase estudio pendiente con mis compañeros... —masculló, y luego de unos segundos de silencio donde hice un mohín triste, Everett agregó—: Pero mi novia es más importante que ello. Lo cancelaré.

—¿De verdad? —sonreí como tonta.

—De verdad, bebé —afirmó—. Te echo de menos. Tendré mas oportunidades para reprogramar esa clase estudio.

Me embelesó la simple idea.

—De acuerdo. Entonces nos veremos este sábado, ¿vale?

—Claro. Te recogeré por ese pueblillo. Les llevaré dulces a los niños.

Arrojé una sarcástica risa.

—Bueno, Af los cogerá, pero quizás los otros cuatro te los lancen a la cabeza.

—Más para nosotros —dijo. Lo próximo que oí fue una puerta abriéndose—. Cariño, tengo que irme. Mi padre ya terminó con su junta y me llevará a la Universidad.

—Por supuesto. Dile que extraño su pizza.

—Papá, Audrey dice que extraña tu pizza... —le comentó a Charlie, a lo que él respondió: Tráela a casa este sábado. ¡Es noche de pizza! Llegué a oír y Everett rio junto a un chico más, que pude asegurar que era un compañero de trabajo de su padre—. Ya oíste, bebé. Creo que Charlie decidió nuestro plan para el sábado.

—Pues será un sábado de pizza.

—Charlie fue al baño —dijo Everett mientras parecía recoger unas cosas—. Cuéntame qué tal está yendo el trabajo.

—Pues... —suspiré, recordando lo ocurrido hacía un día atrás— Las personas aquí los odian y quieren echarlos del pueblo.

—¿Ah? ¿Por qué?

Me encogí de hombros.

—Es lo que trato de entender —murmuré—. Pero tampoco me quieren aquí. Me tratan como si tuviera peste solo por ser su niñera.

El Secreto de los 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora