Capítulo 14: Un Cass lector

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Addue Cass puede ser muy filosófico por las noches

———

Cuando desperté tardé un segundo en darme cuenta de dos cosas:

No estaba en mi habitación.

Y estaba durmiendo con Azael.

Una respiración cálida golpeaba mi frente y mi cuerpo se sentía como si estuviera subiendo y bajando con lentitud. Completamente extrañada, incliné mi cabeza hacia atrás y entonces lo vi:

Lo primero que contemplé fueron sus labios ligeramente despegados uno del otro, su perfecta y pequeña nariz luego al chistoso mechón que le caía a la punta de la nariz. Fue poco después cuando me percaté que estaba durmiendo sobre su abdomen y con mi cabeza apoyada en su pecho, el cual subía y bajaba con mucha calma.

Ay, virgen de la papaya

Lo que pasó luego transcurrió demasiado rápido:

Azael despertó de golpe, yo pestañeé tontamente, él frunció el ceño unos segundos como en plan confundido y finalmente ambos abrimos nuestros ojos con horror e incredulidad.

Me quité de encima, aplasté mi rodilla en su entrepierna, rodé por la cama y me ubiqué en una esquinita del colchón, bien alejada de Azael. Lo oí refunfuñar por lo bajo detrás de mí y cuando giré lo vi encorvado, encogido y con las manos en su...

—¡Mierda, Audrey! —maldijo con la cara hundida en su almohada. Cuando la levantó y me miró, tenía las mejillas rojas y acaloradas—. ¡¿Así despiertas a las personas?!

—¿Q-qué hicimos...? —balbuceé.

—¿Qué? —inquirió, aún molesto.

—Que qué hicimos —repliqué ahora más alto.

—Agh, menuda mal pensada —protestó mientras se frotaba ese lugarcito con mala cara—. Diablos.

—¡¿Pues por qué estaba sobre ti?! —exigí saber.

Su respuesta impaciente me hizo cerrar la boca:

—¡Porque al dormir te trepas como mono!

Parpadeé.

—¿Qué?

 —Me pateabas, no dejabas de moverte, me abrazabas, querías caricitas en el cabello. Una vez te acostaste encima pudiste dormir y callar tu maldito hocico. No vuelvas a tomar, Audrey, joder.

—¿T-te pedía caricitas en el cabello? —me sonrojé.

Su resoplido fastidioso fue un claro .

—¿Y por qué estoy durmiendo aquí? —traté de obtener suficientes respuestas para armar el rompecabezas que tenía.

—Vomitaste todo. Tu vestido, tu cama, el puto sofá —bufó.

Me di cuenta que no traía mi vestido ni mi pijama, sino una camiseta negra de Azael sin mangas que me quedaba enorme. Fruncí el ceño. Olía a él.

—¿Eso quiere decir que me has visto en ropa interior? —le miré algo desconfiada.

Azael me fulminó con la mirada. Vale, no debía quejarme.

Carraspeé con la garganta.

—Creo que... ya me voy —hice un ademán de salir de la cama.

—No, espera un momento. —Me cogió del brazo y me atrajo de nuevo al colchón. Caí de culo sobre el colchón y él agregó luego de unos segundos—: Quería disculparme.

El Secreto de los 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora