Capítulo 6: Recuerdos

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La nostalgia puede ser maravillosa pero también horrorosa. Audrey lo sabe mejor que nadie.

———

—Oye —escuché una voz.

¿Dios?

—Ey, cosa fea —volví a oírla.

No, no es Dios.

Hundí las cejas al sentir cómo alguien sacudía mi cuerpo con un pie como si fuera un perro.

Al despegar mis párpados solo pude contemplar una figura varonil frente a mí un tanto borrosa, por que parpadeé para mejorar mi visión.

Cuando aclaré mi vista vislumbré a Alik resoplando de mala gana. Con una de sus manos sostenía un libro, tenía un audífono puesto mientras el otro le colgaba de la oreja y su aspecto era somnoliento y aburrido como siempre.

Descubrí que seguía acostada sobre la hierba mojada, debajo de un árbol y con mis brazos encima del tronco. Alcé mi rostro y miré hacia los costados, dándome cuenta de que el sol ya había salido.

—¿Te mueves? Estás en mi lugar favorito para leer  —me dijo Addue, serio.

Sintiéndome algo extraña, me incorporé y me puse de pie con dificultad. Alik ni siquiera preguntó, me ayudó o siquiera pareció interesarle que estuviera allí.

Alik veía cada uno de mis movimientos atentamente. Con los ojos entrecerrados e hinchados por haber llorado toda la noche, miré los dedos de mis manos arrugados. Sentía mi cuerpo pesado. Estaba desorientada, fría y con la boca seca.

Addue volvió a resoplar y lo vi con mala cara.

Entonces, al dar el primer paso mis piernas flaquearon y todo se volvió oscuro cuando mis párpados se cerraron por sí solos. Lo último que sentí fue que alguien sostuvo mi cuerpo antes que pudiera impactar contra el suelo.

[ ... ]

Un pañuelo frío sobre mi frente. Eso sentía cuando recuperé la consciencia.

Ya no estaba en el césped ni en el patio muriendo de frío debajo del árbol, sino acostada en el sofá de la sala con una manta sobre mi cuerpo.

Cuando abrí un poco mis ojos pude ver a Alik pasando un pañuelo por mis brazos. No me veía a mí, más bien miraba atentamente lo que él hacía, así que no me pilló mirándolo.

Pasaba ese pañuelo por mis brazos con la intención de calentar mi cuerpo. Tenía el ceño ligeramente fruncido, el fleco le caía de la frente y respiraba con mucha calma por la nariz.

Sentí mis ojos tan cansados que me vi obligada a cerrarlos.

Unos segundos después Addue sacó debajo de mi brazo lo que supuse era un termómetro. Luego oí que bufó.

—Alik. —Era la voz de Azael mientras también se oía el eco de sus zapatos bajando los escalones—. Ven un segundo.

—¿La dejaste afuera con la tormenta que hubo anoche? —le preguntó Alik.

Escuché cómo Azael se detuvo en seco.

—Sí —contestó sin problema—. ¿Por qué la entraste?

—Maldita sea, Azæl —masculló él—. Tiene casi cuarenta de fiebre.

Tosí fuertemente y sentí un dolor debajo de las orejas.

—Y seguramente gripe —agregó Alik con mayor malhumor.

—¿Y? —dijo sin interés— Trajo a un tipo a nuestra casa y estaban casi follando en mi sillón.

—¿Nos desvirgó el sofá? Vaya, ni Teodora se atrevió a tanto —comentó Alik, divertido.

El Secreto de los 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora