Capítulo 15: Un día increíble

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La mañana siguiente, mi despertador y el de Charles zumbaron al unísono. Eran las seis y media y apenas estaba amaneciendo en Barcelona.

- Oh, dios mío. - dije aún con la cabeza enterrada en la almohada - No puedes ser tan egocéntrico de tener tu propia canción de despertador.

A mi lado, Charles se removió en la cama y murmuró algo que no logré descifrar. AUS23, la canción que había compuesto a piano, seguía sonando a través del altavoz de su móvil. Contrastaba de manera irritante con el tono de alarma que tenía instalado por defecto mi teléfono. Alargué el brazo y de un manotazo silencié el mío. Charles seguía con los ojos cerrados, así que me puse en pie para comenzar a vestirme.

En realidad la única que debía levantarse así de pronto era yo, puesto que aún tenía que ir a mi hotel para prepararme antes de dirigirme al paddock. Charles, sin embargo, había insistido en despertarse conmigo.

Ya con la ropa puesta, me senté en el borde de la cama y miré mis mensajes. Últimamente hacerlo se había convertido en todo un acto de valentía.

Andrea: Llámame cuando puedas. Lo de Nacho no puede seguir así.

Mamá: ¿Qué tal el fin de semana, cariño? ¿Cuándo vuelves?

+34 645 89 90 90: No puedes ignorarme toda la vida. Haré lo que haga falta.

Contuve una vez más las ganas de vomitar que me provocó ese último mensaje. En su lugar me tumbé de nuevo en la cama y acerqué mi cuerpo al de Charles. Coloqué mi cabeza en el hueco que dejaba su clavícula y dejé que todo lo demás se desvaneciera en ese instante. El piloto abrió un poco los ojos a causa del movimiento.

- Pensé que ya te ibas. - dijo con voz ronca, mientras me estrechaba contra su pecho.

- Y así es, pero necesitaba un poquito de paz. - levanté la mirada para encontrar la suya.

- ¿Ocurre algo? - entornó un poco los ojos y arrugó la nariz, como siempre que sentía que se le escapaba algo. Negué con la cabeza.

- ¿Necesito excusa para abrazarte? - le di un golpe con el puño en el hombro, a modo de reprimenda.

El piloto me aprisionó con los dos brazos y me revolcó en la cama hasta quedar encima de mí.

- No digas tonterías. - se acercó y depositó sus labios sobre mi nariz. Yo sonreí.

- Debería irme ya o llegaré tarde a mi segundo día de trabajo.

- Sí - me dijo justo antes de besarme una última vez. - Corre antes de que me arrepienta de dejarte salir de la cama.



El sábado transcurrió de forma tan frenética que casi no tuve oportunidad de pensar en otra cosa que no fueran los monoplazas naranjas. Agradecí a la Lucía que hacía unas semanas había mandado la solicitud de admisión.

Intercambié algunos mensajes con Andrea a la hora del almuerzo. Estaba furiosa por toda esta situación con Nacho. Siempre, desde que nos conocimos, era ella la que actuaba de forma visceral ante cualquier problema, y yo la que lo meditaba todo mil veces antes de tomar una decisión. En este caso no iba a ser diferente.

Andrea: Esto ya es acoso Lucía, y lo sabes.

No va a hacer nada, solo tiene el ego dañado.

Andrea: No, si lo del ego está claro. Lo que no tengo yo tan claro es que no haga nada. Dios, es que no puedo. Si lo tuviera delante le estampaba esa cara de niño pijo que tiene contra la pared.

Relax, no quiero que te alteres por mis asuntos.

Andrea: Ay Lucía, cuándo entenderás que esto es para toda la vida. Solo espero que no sigas dándome disgustos cuando seamos viejitas y vivamos juntas en la Toscana.

Sonreí al teléfono.

Andrea: Por cierto, tendrás que contarme qué pasa con esa foto y con Lando ¿no?

Pf, calla, no me hables de él.

Andrea: Uyyy, vale, vale.


Lo cierto es que de Lando poco había sabido ese día. Llegó por la mañana con los ánimos algo renovados y no se había dirigido a mí en ningún momento. Ayer era la novedad, y hoy solo la trabajadora que le estorba, pensé. Por más que intentaba evitarlo, las palabras de Charles la noche anterior rondaban una y otra vez mi cabeza.

Es cierto que nunca había destacado por ser la persona más sociable y popular en ninguno de mis antiguos colegios, ni en el instituto, ni siquiera en la universidad. Pero, exceptuando aquella chica de quinto curso que me pegó un chicle en el pelo - mi padre se pasó toda la tarde consolándome porque me tuvieron que hacer un corte por encima de los hombros - no solía tener problemas con nadie. Era una incógnita para mí el motivo por el cual Lando pensaba que era insufrible. Y también por el que se comportaba él de forma insufrible conmigo.

Le observé mientras se colocaba el casco antes de la sesión de clasificación. Al levantar el visor, me percaté de que tenía la mirada puesta sobre mí. Sus ojos verdes destellaban, mezcla de euforia y concentración. No sabría decir por qué, pero no fui capaz de sostenerle la mirada. Dirigí la vista hacia un punto fijo en el suelo, y cuando volví a levantarla, él ya estaba dentro del monoplaza.

Mañana saldría Verstappen primero- qué raro - , Lando segundo, y Charles tercero. Tras finalizar la clasificación, los tres se reunieron entre risas. Vi a Phillipe salir corriendo junto con Charlotte, supongo que para controlar que el piloto británico no se fuera de la lengua con la prensa. Yo me quedé con algunos mecánicos oyendo las declaraciones en una de las pantallas del taller. Un Leclerc completamente empapado de sudor, aún con las marcas enrojecidas que había impreso el casco sobre su atractivo rostro, contestaba con entusiasmo:

Reportero: "Por lo que veo, seguimos con la buena racha de Ferrari ¿verdad?"

Charles: "No quiero adelantar acontecimientos, pero sí, parece que vamos por buen camino"

Reportero: "Bueno, por lo pronto mañana saldréis tercero y quinto, nada mal"

Carlos pasó justo por detrás del monegasco en ese momento, y le dedicó una media sonrisa cómplice.

Charles: "Ha sido un día increíble, desde que abrí los ojos, hasta ahora con este resultado"

Desde que abrió los ojos. Me sonrojé pensando en que yo formaba parte de ese recuerdo.

Luego le llegó el turno a Lando. Nos reímos al ver como Charlotte le daba empujoncitos para que no dijese nada fuera de lugar. Miré a mi alrededor, todos parecían guardarle mucho cariño.

Entre el revuelo, vi que Andrea me había mandado un mensaje, con una imagen adjunta. Abrí confundida la captura de un billete de avión a Barcelona, para el día siguiente a las nueve de la mañana.

Andrea: ME COSTÓ 20 EUROS. ¡20! ¿Crees que puedes hacerme un huequito la noche del domingo?

Acompañó el mensaje con uno de los stickers de la niña coreana que tanto le gustaban. En este, la niña estaba sonriendo y haciendo el gesto de pedir por favor. Tampoco es que me sorprendiera en exceso la escena, Andrea era una de las personas más espontáneas y sin filtro que había conocido en mi vida.

Estás loca. Obvio que puedo hacerte todo el hueco que quieras.

Recordé que los compañeros de McLaren me habían dicho que, por supuesto, habría fiesta después del GP.

Déjame preguntar si puedo llevar acompañante a la fiesta en Carpe-Diem. Si no, nos vamos a cenar tú y yo.

Andrea: ¿CARPE-DIEM? Me da algo. ¿Te acuerdas de mi clienta? ¿La nepo? Hasta a ella le pusieron pegas para entrar.


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