Capítulo 5: El vino más dulce

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Mikasa despertó al fin a media mañana, percibió la piel suave en sus manos y la acarició inconscientemente antes de abrir los ojos. 

Se sentó de golpe, al caer en cuenta de la mañana totalmente iluminada. Le dolía un poco el cuerpo, pero había dormido bien, ni siquiera había percibido el ruido común de la mañana.

Se incorporó, miró a su alrededor y caminó hacia la mesa con la palangana de agua. Enjuagó sus manos y rostro y regresó a la mesa. No había señales de comida y por unos minutos pensó que Falco  entraría en algún momento, tal y como lo hacía las mañanas anteriores.

Pero después de varios minutos recargó sus brazos y rostro sobre la mesa, sin siquiera intentar ver afuera de la tienda.

Estaba por quedarse dormida de nuevo, cuando escuchó los firmes pasos de Jean acercándose.

—Despierta—la llamó

—¿Eh?—Mikasa levantó el rostro de inmediato

—¿Quieres salir o no?


—Si, si quiero—se puso de pie de inmediato y empezó a caminar a la salida

—Así no, quítate esa ropa.

—Pero...—Mikasa no quiso indagar más en el comentario—no tengo otra ropa

—En ese baúl encontrarás lo que necesites—señaló Jean—te espero afuera.

Mikasa pestañeó por algunos segundos perpleja. Abrió el baúl, encontrando los más hermosos vestidos de invierno que había visto. En Hizuru nunca necesitó ropa invernal, su hogar era perpetuamente cálido.

Tomó el primero y notó que había una pequeña caja de madera. La caja contenía un peine de madera y listones de la misma tela que los vestidos.

Peinó un poco su cabello y lo sujetó en una sencilla coleta con uno de los listones. Envuelta en esa gruesa tela no sentía frío en su cuerpo. Encontró botas y le calzaron a la perfección igual que el vestido.

No había un espejo para revisarse, así que sólo tomó aire y salió de la tienda. Jean se encontraba de frente de ella.

Jean la recorrió rápidamente con la mirada y asintió con la cabeza antes de acercarse y empezar a caminar. Mikasa entendió la señal y empezó a caminar junto a él.

No tenía idea a dónde la llevaba, pero decidió bajar la mirada y seguirlo sin cuestionar. Fue hasta medio camino que notó que estaban haciendo el mismo recorrido que hacía con Falco. Sólo que ahora todo estaba mucho más iluminado.

Llegaron hasta la orilla de siempre y se detuvieron. Después de unos segundos en silencio, Jean caminó hacia uno de los pinos y se recargó con la espalda.

Sin saber qué decir, Mikasa caminó hacia el tronco sobre el que solía sentarse y permaneció viendo al frente. Al cabo de unos minutos empezó a sentirse inquieta. Parecía como si el día anterior y este, tuvieron años de diferencia.

Miró a Jean de reojo. Él también lucía relajado recargado en ese árbol. ¿Realmente la había llevado sólo a caminar?

—Su alteza...¿Puedo preguntar, dónde se encuentra Falco?

Jean se enderezó y caminó acercándose un poco más a ella. 

—Dime Kirschtein...y si tanto te preocupa, ebe seguir limpiando las letrinas en la orilla del campamento.

—¿Qué? ¡¿Lo tiene limpiando las letrinas, a él sólo?!

—También pude darle veinte azotes, pero fui considerado porque no fue su idea dejarte ir sola.

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