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Alisson

Hamilton no había vuelto a hablar conmigo, pero porque yo no quería. Se había acercado, lo había intentado, hasta que un día, chocó. Y fue un choque muy serio. Uno de esos que te encoge hasta la ropa que llevas por cómo sonó y chocó el coche contra las vallas. Se me paró el corazón. Solo deseaba que estuviera bien. Pasaron uno, dos minutos. La radio trataba de contactar con él pero no respondía. Toto estaba que se subía por las paredes. Lo sacaron arrastrando del coche, no tenía buena pinta. Justo tenía que pasar esto cuando estábamos mal. Como le pase algo grave me voy a sentir mal toda la vida.

Pasaron dos horas hasta que supe lo que le pasaba.

–Es un milagro que no esté muerto. Tiene hematomas por todo el cuerpo, se le han clavado piezas.

–Dios…

–Él ya nos comunicó que no quería correr hoy, ¿sabes el por qué? –se acercó Wolff a mí.

–Emmm…

–... No me digas que es tu culpa –me recorrió un escalofrío en ese mismo momento, la voz siniestra de Toto, mezclado con la preocupación me bloqueó.

–¡No! ¿Qué coño dices?

–Estaba deprimido, me lo creería.

¿Y este quién coño se cree para decirme estas cosas a sangre fría?

–Porque la ha cagado y punto.

–¿Qué ha hecho?

–No te importa, imbécil.

Él frunce el ceño.

–Ya puedes arreglar las cosas con él, porque me niego a perder a mi mejor piloto por culpa de una periodista de segunda –y después de dejar caer esa bomba, se gira y me da la espalda para irse.

–Gilipollas…

Debería ir a verlo. Quería ver cómo estaba. Así que, cogí el coche y me fui hacia el hospital, Russell me dijo en donde estaba. Y cuando llegué, de primeras no quisieron dejarme entrar, hasta que supieron quién era yo. Entonces, dejaron que entrase. Estaba despierto, tenía la mirada totalmente perdida.

–Em… hola.

Giró la cabeza para mirar a la puerta.

–Hola.

–¿Cómo estás?

–Vivo.

–Ya…

–Me duele todo…

Tenía puntos en los brazos. Supongo que de lo que se le había clavado.

–Claro que te duele todo.

–¿Qué haces aquí?

–Ver como estabas.

–Gracias. Eres la única que ha venido.

–Los demás estaban corriendo y todo ese rollo.

–Ah. Claro –hizo una pausa–. No sé ni cómo he perdido el control…

–Ni idea.

–Hubiera querido despedirme primero, si hubiera pasado lo peor.

–Ni lo pienses.

–Sí lo pienso.

Negué con la cabeza.

–Bueno… estoy bien. Vivo. ¿Necesitas algo más, cerecita? –me miró a los ojos. Cerecita. Ese mote siempre generaría algo en mí.

𝘴𝘵𝘢𝘳𝘣𝘰𝘺 Libro 1 [terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora