reborn

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"eran sus alas negras que la hacían bella"

Un pasado que no se puede borrar, en una herida con una forma, en una era donde ni mi cabello ni aquella cicatriz podían pasar desapercibidas. Los ojos vigilantes del shinigami buscando arrastrarme hacia la oscuridad y ese deseo de con mi sangre escribir mi nombre en su cuaderno eran el recuerdo insistente de que mi vida no era la de un ser inmortal, la muerte asechaba, siempre.

Kaoru-dono era aquel futuro esperando ser presente con aroma a jazmines y la esperanza enredada en sus ojos, ella sostenía mi corazón cansado.

Pronunciar su nombre siempre dolerá y entre los recuerdos que cargo tras de mi ella siempre estará allí sonriendo, la ultima victima del hitokiri que pesaría hasta para blandir de nuevo una espada.

"No se puede deshacer lo que ya está hecho..."

Recorriendo caminos cubiertos de cuerpos pudriéndose, estelas de sangre sobre el camino que convergían en ríos, ríos que corrían por entre pueblos, ideas que envenenaron ideales justos. Sin vergüenza el filo de la espada no solo corto la carne y la vida de las personas, deshizo el alma de aquellos que creía ilusamente eran imperdonables demonios, bastardos paganos.

El costo de un pensamiento blandido en la espada es tan alto como delgado su filo. Era entonces mejor arrastrarse como un maldito cerdo en el barro y humillarse frente a otros por un cuenco de arroz, era mejor una vida donde en cada puerta tocara el hambre, la enfermedad y el dolor. Por eso mi maestro me enseño que la espada no se blande por un ideal, no existen banderas al filo de la espada, solo la voluntad de quien la empuña.

Por si sola una espada es solo arte en la piedra, empuñada bajo palabras vendidas a la guerra, una espada solo se vuelve una herramienta que imparte dolor, que quita sonrisas. Pero la historia es sabía, la realidad es que no existe ningún país que no se haya sembrado sobre cadáveres, que no se haya servido de las vidas de otros, que no haya usado como alimento para el ganado sus propios huesos y carne.

Recorrí aquellos arrozales entre atardeceres teñidos de un rojo que solo me recordaba las palabras de tomoe "puedes hacer que llueva sangre". Yo envaine la espada entre aquellos paisajes donde los huérfanos mendigaban amor y pan, donde las mujeres vendían sus cuerpos por un tazon de miso caliente, donde los abuelos arrastraban sus fétidos cuerpos cansados sobre la piedra bastarda de la hambruna hasta encontrar sus muertes.

Pero yo estaba vivo, de entre millares de personas, era yo quien aun podía respirar por ellos día a día, era yo que con aquella simple y delicada espada aun podía beber agua cristalina de los ríos, que aun podía disfrutar del chirrido de las aves en el bosque.

"Algunas personas sobreviven el caos, y es así como crecen"

Crecí con raíces podridas por las guerras, arrebataron de un tajo los abrazos de amor que jamás recibí, honre con sake las muertes de personas que jamás pude llamar familia, serví a un maestro de quien no supe valorar sus enseñanzas y tergiverse a mi voluntad el peso de la espada que me era construida.

No ame a otra cosa que no fuera el sonido de un cuerpo azotado por el corte del filo de una espada, no sé si realmente pudiera llamarlo amor, hasta ese entonces no tenía conciencia sobre aquella palabra ni de aquel sentimiento que guardaba.

Hasta que la encontré, su nombre escondía traición en su mirada, dicen que solo a través del dolor encontramos resolución, y yo recorrí el mundo tropezando en escombros de una era que se desmoronaba como los enemigos frente a mi espada.

Ella no solo abrazo al bastardo asesino, sino al ser humano, hizo que olvidara el sonido de la espada cortando, hizo que borrara de mi memoria los gritos de terror cuando me veían. Y lo borre todo por ella, fue mi primer hogar, la primera sonrisa esbozada, el primer abrazo arrebatado de la infancia.

y así su trampa estaba lista y preparada, sus manos acariciaron mi rostro, y su cuchilla marco mi mejilla con el rencor de haberle arrebatado la felicidad que en este putrefacto mundo ella esperaba crear.

Sus ojos se cerraron a la vida, su último suspiro encontró mis labios fríos y congelados, allí juré no blandir mas la espada para arrebatar una vida. Con el fuego hice desaparecer todos los recuerdos y caminé sin rumbo casi hasta convertirme en una ilusión, leyenda la dirían años mas tarde.

Sucio y maloliente tropezando contra las personas en los caminos de pueblo en pueblo, olvidando lo que había sido el calor de una fogata y comida caliente, paso a paso sin detenerme recorría paisajes que sabia de memorias, donde la realidad se fundía con el pasado y apenas y podía diferenciarlos.

Hasta que tope con unos ojos grandes y redondos que me miraban atónitos y me sonreía, todo se volvió oscuro y solamente me deje caer. Ya no importaba si volvía a la vida o no, tal vez a nadie le importaría, no solo mis pies estaban cansados, mi alma ya no encontraba un lugar donde ser aceptada, tal vez eso me mantenía con vida.

El miedo de que mi alma no pudiera descansar y que el castigo por las muertes infligidas, por los pecados cometidos fuera el de llevar una vida en sufrimiento, ver como en realidad mi espada y mi voluntad por si mismas no hicieron diferencia en cambiar el mundo de aquel entonces.

"Debes comprender que hay mas de un camino para llegar a la cima de la montaña" 

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