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"Los caminos que tienes enfrente te llevan a tu viejo ser o a la muerte"

Sus pequeños y delicados dedos resbalaban contra las paredes del dojo. Aquellas  que fueron fiel testigo del nacimiento de un estilo que marcó el inicio de su historia o tal vez del horror que marcó un era. volvió la vista hacia el centro de la habitación donde se asentaba un altar. Y no podía rendirle suficiente homenaje con la vergüenza que cargaba sobre sus hombros y dolía. 

"es la espada de mi padre" dijo una voz detrás suyo, era aquella muchacha otra vez salvandolo de sus recuerdos. "y esas son las mías" dijo él apuntando hacia el altar, volviendo a mirarla. Una sonrisa curvó los labios de kaoru "este es un dojo, esta habitación es el lugar perfecto para una espada".  él sonrió levemente, ella tenía razón aquel sitio era el lugar indicado para una espada, un salón de practicas, la escuela de un asesino a sueldo. 

Tomo entre sus manos su espada, preguntandose como podía parecerle tan pesada ahora. y pues claro que era pesada, las infinitas víctimas que vieron sus vidas truncadas por su filo, los ríos de millares de pueblos teñidos con la sangre de sus víctimas. Una lágrima cayó sobre la funda, despertandolo nuevamente de esta epifanía, regresandolo al dojo y ese instante. ese instante en que esta muchacha de cabello azabache, de ojos grandes y redondos arrebataba de sus manos la espada devolviéndola a su reposo, quitándole aquel  peso de todas las muertes inflingidas. 

 ignorando su identidad ella no dudo en recibirlo y curar sus heridas. "cualquiera tiene una u otra cosa de su pasado que no quiere contar". sorprendido volvió la mirada hacia ella, sus ojos se clavaron en sus pupilas, aquellas palabras se imprimieron en sus oídos como un tatuaje. 

kaoru le sonríe y acercándose  con sus dedos borra la huella de aquella lagrima que rodó de su mejilla. "bienvenido" dijo suavemente mientras se alejaba "siéntete como en casa, no tenemos muchos lujos, pero puedes tomar un baño, hice preparar el agua para ti" 

salio de la habitación de practica, aquel lugar era enorme, vago por los pasillos hasta encontrar la habitación que despedía vapor del agua caliente, le habían dejado ropas y vendajes nuevos. lentamente se desvistió dejando a la vista la historia de sus cicatrices. 

Dicen que las cicatrices son huellas, huellas de una vida que pereció ante la tuya. un testigo de supervivencia, otros dicen que son recuerdos. que quienes las crean dejan impresos las memorias de su vida en tu carne. como si fuera otra forma de seguir viviendo, algo así como una especie de resurrección. como si fueras el ave fénix de tus victimas. 

frunce el ceño ante el contacto de sus heridas frescas con el agua caliente y suelta sus cabellos mientras se sumerge completamente en la tinaja. vuelve a salir  y mirando hacia el techo su mente se escabullé entre recuerdos, pero aunque mas que recuerdos, pesadillas de un hecho que hubiera deseado haber evitado, pero la vida te da lecciones, coloca personas en tu camino, en tu destino para enseñarte a valorar y recuperar algo que haz perdido. 

"no importa cuanto te lastime en tu interior, los muertos nunca pueden regresar"   

dicen que una herida que se hace con rencor jamas cicatriza y él hizo de su vida la voluntad de sus enemigos. una vez el filo de una espada, en una noche oscura acaricio su mejilla dejando una huella con sangre y un nombre al  que llamo amor. 

y de pronto el vapor de agua que se movía y arremolinaba bajo el techo de aquel dojo lo llevo de regreso a la muerte, de regreso al día en que había decidido arrancar su propio corazón para comérselo y entregárselo como ofrenda a quienes hubiere ofendido. 

mientras se arrastraba por la nieve una vez descubierta la traición de quien una vez amo, mientras con cada paso la vida escapaba por entre sus ropas a borbotones, ella se ocultaba, aquella mujer de ojos tristes y serenos. su corazón se volvió de hielo y las heridas con el frío ya casi no dolían, apenas y podía sentir dolor. 

aquel día cegado por la confusión, el miedo y el amor desmedido, su espada flagelo el cuerpo de quien había logrado hacerlo bajar la guardia. 

y otra vez,  detuvo el corazón de otra victima, una muerte mas esperándolo al otro lado de aquel río de sangre con el que soñaba cada noche. un nuevo peso que cargar, un nuevo nombre que marcar.  

sacudió la cabeza, despertando. el agua tibia le había adormecido. mientras se vestía no lograba vendar sus heridas adecuadamente su mente aun mareada por los recuerdos le quitaba fuerzas y concentración, en ese instante las puertas se abren y entra kaoru. "deja que te ayude". Y  él solo se quedo en silencio, mientras las manos hábiles de aquella muchacha recorrían sus heridas. ella advirtió que debía volver a coser una de sus heridas, que se había soltado. 

"estoy aquí para pagar por todas las vidas que he tomado" 

Nadie puede contar las heridas, como él contar las muertes provocadas con su espada. nadie puede bailar este vals de oscuridad, pues dice que la oscuridad y este peso no debiera ser responsabilidad de nadie mas que de si mismo. Nadie comparte sus fantasmas, ni sus pesadillas. nadie se adentra a lo mas profundo de los confines del infierno como hizo él y declara su amor a la desdicha. 

pero mientras ella con su aguja e hilo cosía sus heridas, parecía que también cosía aquel agujero en su corazón. y con sus sonrisa descongelaba su alma, hasta que por un momento sentía que existía una pequeña oportunidad. 

y en sus sueños, mientras ella secaba su cabello, aquel río con todas esas muertes esperándolo parecía alejarse un poco más. 

"todas esas muertes ya no pueden alcanzarte" 



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