CAPITULO III. ¿QUIÉN ES MATHEW?

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Después de la pesada jornada, Elizabeth llegó a su casa. Su amiga y compañera de trabajo, Charlotte, la dejó en su casa como siempre, puesto que Elizabeth no contaba con coche propio. Lo que Charlotte no solía hacer, era quedarse con Elizabeth en su casa después del trabajo. Pero esto vez pensó que necesitaba ir a contarle a la madre de Elizabeth, lo que sabía que Elizabeth no le contaría a su familia.
Keira Elizabeth Bullet, hija única, luego de que su único hermano perdiera la vida en Guerra, básicamente ha sido el sostén de su casa, pues su madre no trabaja y lo que trabaja su padre es para pagar las deudas que adquirió en la Guerra. Cuando las cosas se atoran, reciben ayuda monetaria de unos tíos acaudalados que residen en una enorme casa de campo de Arizona, alejados del ruido y el estrés que ocasiona una ciudad como San Francisco.
Para la señora Bullet, el trauma y dolor de perder a un hijo cuando parece no importar porque todos están pasando por lo mismo, la orilló a sobre proteger cada paso que su Lizzy da y hacer lo posible por asegurar que en un futuro, su hija no pasará por lo mismo que ella.
Y sobre el señor Bullet, no es que no le importe su hija, pero ha estado tan ocupado con todos los gastos que apenas tiene tiempo de convivir con ella. Sus ingresos provienen de ser un profesor de historia contratado en un colegio tipo internado para varones.
Pero Charlotte se aseguraría de que el señor Bullet escuchara lo que iba a decir. El chófer se estacionó frente a la casa de Elizabeth, y ambas bajaron casi a la vez del coche.
—Quiero estar contigo para cuando les platiques de tu nuevo compañero de esta temporada —comentó cuando miró la expresión confundida de Elizabeth al verla bajar del coche.
—¿De Mathew? —contestó, fingiendo que le daba igual—. Puedo asegurarte que no estará aquí por más de un mes. Se ve que nunca ha sabido tener un trabajo estable.
—¿Quién es Mathew? —preguntó la señora Bullet, después de abrir la puerta. Había escuchado la conversación.
—Su nuevo compañero de trabajo —respondió Charlotte con una sonrisa un tanto pícara.
—Es nuestro compañero, no es únicamente mío —dijo Elizabeth, tratando de restarle importancia.
—Bueno, ¿Y por qué es tan importante ese Mathew que las hace cuchichear tanto? —preguntó el señor Bullet, quién estaba planificando su clase para el día siguiente.
—Es rico, famoso y va a hacer un dueto con Lizzy —dijo Charlotte.
—Olvidas la parte en que me odia, insultó mi instrumento y habilidades —añadió Elizabeth con cara de enfado al pensar en su día.
—Oh, Lizzy, así comienzan los hombres a jugar su juego —dijo la señora Bullet—. Es lo mismo que hizo tu padre, solamente que no sé cuándo dejará de fingir que le desagrado.
—¿Quién te ha dicho que finjo? —preguntó el señor Bullet sin despegar la vista de su tomo de historia universal.
—No es todo —dijo Charlotte, retomando el liderato en la conversación—, el señor White les ha dicho que, como van a interpretar la pieza que dará cierre al ser la más memorable, deberán practicar un mínimo de tres veces por semana fuera del trabajo.
—Oh, Charlotte, vas a ver que en cuanto Mathew tenga oportunidad va a hablar con el señor White para convencerlo de usar a alguien más. Es lo que la gente rica hace cuando en un inicio no obtiene lo que quiere.
—¿Y por qué es tan rico ese Mathew? —preguntó la señora Bullet— Es raro conocer a alguien con tanto dinero en estos días.
—Es hijo de dos grandes figuras musicales. Los Garner, o algo así —dijo Elizabeth.
—¿Hablas de Mathew Garner? —preguntó el señor Bullet al instante de escuchar el apellido—. Uno de los fundadores de la Orquesta Sinfónica de San Francisco y quien le dió fama y posicionamiento en el mundo.
—No me extraña que por eso no haya tenido que pasar los rigurosos filtros de audición —protestó Elizabeth.
—Tener este tipo de amistades nos abrirá puertas a mejores oportunidades con mayor prestigio —dijo Charlotte—. El ser compañera de trabajo de Mathew, pero sobre todo, compañera de dueto, te subirá en categoría, ¡Imagina lo que te pagarían por dar presentación o dar clases luego de leer tu historial!
—Fue muy evidente su desagrado —replicó Elizabeth con leve angustia al ver la magnitud del caso—. Veo más probable que mi carrera se vea hundida. Pero prefiero dar mi carrera por terminada antes que cumplirse sus caprichos de rico. No me interesa si por dar contraria me ataque verbalmente en entrevistas, que no tardará en dar cuando la prensa se entere de que está aquí.
—¡Si ese Mathew termina con tu carrera se las arreglará conmigo! —exclamó la señora Bullet—. No puede ser que nos hemos sacrificado tanto, incluso Fred, nuestro ángel Fred sacrificó todo por ti, incluso su vida para que puedas vivir de lo que amas —comenzó a hiperventilar—. Si ese Mathew es tan malo como dices, yo misma hablaré con el señor White para que le asignen otro compañero.
—Ahorra a Lizzy la vergüenza de echarte cuando te miré en el auditorio —dijo el señor Bullet, ahora sí despegando la vista de su tomo. Le molestaba que la señora Bullet mencionara a su hijo para todo—. Lizzy debe aprender que en el trabajo vas a tener que lidiar con gente que no será de tu agrado y viceversa. Lo supieras si trabajaras...
—¡Que no he trabajado! ¡Quién era la que iba temprano a la fábrica para trabajar! ¿O piensas que sólo Lizzy iba?
—Fuiste tres días y te desmayaste dos —contestó el señor Bullet y regresó la vista a su libro.
Charlotte creyó haber dicho lo más importante del tema, así que sintió oportuno marcharse antes de que la señora Bullet le asegurará de todas las maneras a su marido que no fueron tres días los que trabajó, sino cinco.
Y a Lizzy sólo le quedaba a mala gana y regañadientes estudiar la partitura del dueto teniendo como fondo la voz de su madre alegando.

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