—Señor White —dijo Matt al día siguiente en clase, en el ensayo privado del dueto—. Sigo sin entender por qué la señorita Elizabeth y yo debemos ensayar horas extras.
—Oh, Mathew —respondió éste—, debes de saber la importancia que tuvo este dueto en la carrera del señor Garner. No solamente en lo técnico y en su performance, sino emocionalmente. El día que presentó los tres romances de Schumann fue el mismo día que conoció a tu madre. Yo estuve allí mismo y puedo contarlo a detalle; ese flechazo tan instantáneo como bello. Pero eso es algo que te debe de haber contado tu padre ya.
—Es la historia favorita de Greta —dijo Matt.
—Entonces el señor Garner debe de ser del tipo romántico, que pareciera la Guerra exterminó—comentó Elizabeth—. Hoy en día, los jóvenes ven a una mujer y en vez de amarla a primera vista, es como si la odiaran.
—De esto quiero hablar —dijo el señor White, un tanto cauteloso—. Se están tomando muy enserio su enemistad ustedes dos. Se creen que no los he visto, negándose a dirigirse la palabra, viendo a diferentes direcciones y limitarse a tocar su instrumento. Ya tenemos tres semanas así, y siguen sin ponerse de acuerdo para ensayar horas extras. Aunque no lo crean, esa frialdad con la que se tratan, es la misma frialdad que se escucha cuando tocan sus instrumentos. Se llama los Romances de Schumann, no las Enemistades de Schumann. Por lo que quiero que en este instante, enfrente de mí, se pongan de acuerdo para sus ensayos extra.
Tanto Matt como Elizabeth estaban en silencio. Luego los dos quisieron hablar al mismo tiempo, creando una respuesta abrupta que no tenía entendimiento.
—Veamos —dijo el señor White, algo molesto—, como Matthew no puede cargar con su piano, deberá ser en mi casa. ¿A qué hora puedes, señorita Elizabeth?
—Me parece bien en la tarde. ¿Qué tal a las cuatro antes de la cena?
—Excelente —dijo el señor White, un poco calmado— Ahora que se han puesto de acuerdo, Mathew la recibirá en mi casa a las cuatro.
Y sin más, los dejó irse, confiado de que en los ensayos extra comenzarían a ganarse un poco de tolerancia.Matt estaba en casa, escribiendo una carta a su antiguo amigo Charlie;
Estimado amigo Charlie:
Debes de haber pensado que me olvidé de ti por no contactarte una vez que se supo tu ubicación. Pero tu padre debió de haberte hablado ya sobre mi renuncia a ser un Garner y dos años después regresar sin nada más que un sueño roto. Sabrás amigo, que no tenía dinero para enviar cartas, pero ahora que tengo tres semanas trabajando en la Orquesta de tu padre, he juntado lo suficiente para enviarte una solicitud a la renovación de nuestra amistad.
Espero que te encuentres bien en Ámsterdam. Eres un verdadero héroe por liberar a todos aquellos inocentes. Estoy seguro que tu nombre figurará en los libros de historia. Al tener tanto sin saber de ti, pues mi hermana Greta me escribía con frecuencia aunque yo no le contestara con la misma, me dijo que tu esposa temía que hubieras desertado o algo incluso peor como una herida grave o la muerte misma.
Mi vida es tan aburrida en comparación con la tuya. Lo único que le da un toque de emoción es la enemistad que sostengo con mi compañera de dueto. Su nombre es Keira Elizabeth Bullet, tal vez la conozcas. Se comporta como si fuera la solista estrella del lugar y estoy seguro que no ha dado una presentación en solitario fuera de los Estados Unidos. No negaré sus dotes musicales, pero con esa conducta tan irreverente, la veo dentro de algunos años enseñando música en un salón de alguna secundaria de suburbio.
El señor White...Alguien tocando la puerta interrumpió su momento de escritura.
—La señorita Elizabeth le espera abajo —dijo la ama de llaves.
—Bajo enseguida —respondió Matt. Abandonó el escritorio, se asomó al espejo de la habitación para procurar bajar con una imagen pulcra, pero luego pensó <<¿Por qué me preocupo por mi imagen? Es solo ella>>.
Bajó las escaleras mientras la veía sacudir su larga cabellera marrón.
—La lluvia me ha alcanzado —le dijo ella cuando notó su mirada.
—¿Ha venido en taxi? —preguntó él.
—¿En taxi? —soltó una carcajada— No puedo darme el lujo de pagar un taxi diario. He venido caminando y olvidé mi paraguas. Mi gabardina me salvó mi ropa, pero el viento tiró mi sombrero en un charco. Este día no ha podido ir peor...
Elizabeth no sabía qué más decir para evitar el silencio incómodo de la escena. Matt la veía fijamente. Se veía muy diferente a las mañanas, con su uniforme prolijo y cabello sin despeinar por el viento, en las tardes se veía... diferente.
—Estudiemos la partitura —dijo él con una sonrisa rara en él—. ¿Deseas un té o un café?
—No, gracias, me encuentro bien —dijo ella con un poco de vergüenza. Sentía que este Matt era distinto al habitual, más amable. <<No te hagas ilusiones de que ha cambiado. Está siendo servicial>> pensó.
Comenzaron a ensayar. Debieron reiniciar varias veces, pues los nervios afectaban los dedos de Matt, así como la respiración de Elizabeth. Después de dominar su nerviosismo, las melodías ya tenían un tono más suave y no tan agresivo como solían tener.
Mientras Matt deslizaba los dedos por sus teclas, daba un que otro vistazo a Elizabeth, y al verla tan concentrada, tocando la flauta traversa, agradeció que el señor White no cambiara la flauta por el oboe o el violín.
Y en cuestión de media hora, ya habían mejorado lo que no mejoraron en tres semanas.
—Siento que el primer movimiento ya está listo —dijo Elizabeth—. Sólo ensayar y pulir como siempre, pero nada más.
—Yo también lo siento —dijo él.
—Ya que hemos rescatado el primer movimiento, ¿Te parece bien si me coloco en la chimenea un momento para secar mi cabello?
—Por supuesto, aprovechemos este descanso para tomar café. Permítame ir a la cocina para pedir que preparen una bandeja.
Matt fue a la cocina y tuvo suerte de que la cocinera se le hubiera adelantado con el agua. Preparó la bandeja él mismo, mientras descifraba lo que le estaba pasando. ¡Y es que, le agradaba Elizabeth! No quería admitirlo, pues se había mostrado de un modo defensivo desde el primer día que la escuchó decir lo que dijo cuando él llegó tarde.
Eso ya no importaba. Incluso, aceptaba que era cierto. Nada de eso importaba ya, pues por fin habían llegado a la tregua.
Él mismo también cargó la bandeja, pero al momento de colocarla en la cola cerrada del piano, movió el estuche de la flauta. Elizabeth había dejado el estuche abierto, porque luego reanudarían el ensayo.
Matt miró un papel doblado en el compartimento donde se coloca la varilla limpiadora de la flauta. Era un papel que se veía un poco gastado por el tiempo.
Miró a Elizabeth, sentada en el suelo, al pie de la chimenea, a la vez que extendía su cabello como abanico para secarlo. Estaba muy lejos como para que se diera cuenta de que Matt sacó el papel que terminó siendo una carta de tres hojas.
En el remitente se leía el nombre Arthur G. Benson y parecía provenir de Italia, del año 1943.
La carta comenzaba así:Mi dulce Keira:
Siempre, antes de escribirte una carta, tengo miedo que sea la última. Si éste llegara a ser el caso, te pido que la atesores en un lugar muy cercano a ti, aunque sé que el contenido ya se habrá atesorado en tu corazón...
Tendremos una misión muy riesgosa en Sicilia. Todo está señalando que será exitosa, sin embargo, también se espera un saldo numeroso. Nunca me he arriesgado tanto desde que pisé Europa, pero ahora que he pisado Italia, algo que viene de mis entrañas, me hace sentir la pesadez de alguien que sabe que está a poco de morir. Puede ser el cansancio, pero siento como si una sombra se ha adherido a mí, y no piensa soltarme...—¿Qué haces leyendo eso? —exclamó Elizabeth con los ojos llenos de lágrimas.
Matt estaba avergonzado, pero no podía esconder sus celos por haber leído aquel párrafo tan afectuoso.
—¿Es que todas las señoritas de la clase baja tuvieron un enamorado que fue a la Guerra y las dejó?
—¡Él no fue mi enamorado, era mi hermano! —gritó Elizabeth, con una furia descontrolada—. ¡El ser de clase baja no me impide tener sentimientos!
<<FUE. ERA>> Matt se dió cuenta del error que cometió. Ya era muy tarde para remediarlo.
—Keira...
—¡Sólo él me decía así!
—Pero sus apellidos y los tuyos no coinciden —dijo confundido.
—Entró a la Guerra con un nombre falso. En realidad se llamaba Alfred George Bullet —dijo, recuperando su fuerza—. Mis padres no le dieron consentimiento para irse, porque tenía diecisiete años, así que se inventó un nombre falso, fingió ser mayor de edad y se fue. Mis padres no quisieron saber nada de él, así que sólo me escribía a mí. Salía victorioso de sus misiones hasta que llegó la Operación Husky. Un plan de invadir Sicilia. La carta es semanas antes de...
Elizabeth volvió a alterarse. Matt le pidió que se sentara en el sofá, pero Elizabeth le arrebató la carta, la guardó en su estuche. Tomó su sombrero y su gabardina del gancho de pared y se marchó corriendo del lugar.
Matt salió corriendo atrás de ella, queriendo disculparse y ofrecerle transporte, pero ella ya no estaba a la vista cuando él salió.
La lluvia se había reducido, pero eso no evitó que Elizabeth volviera a empaparse de regreso a casa.
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La Sinfonía de tus ojos
FanfictionMathew William Garner Jr. es hijo de un gran pianista. Luego de negarse a seguir el camino de la música como su familia, fue desheredado en medio de la Segunda Guerra Mundial. A los dos años, después de haber vivido en la pobreza, se rinde y regresa...