Capítulo I: E.ntusiasta

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Las mañanas de Enid Sinclair siempre eran caóticas, pero entre más se acercaba el final del semestre llegaban al extremo de desear pasar directamente a la hora de volver a dormir.

Su habitación era la muestra del torbellino que se formaba cuando quería encontrar su vestimenta para su nuevo día, lo único que se mantenía alejado de todos esos descoordinados movimientos, eran sus implementos de pintura, porque Enid los cuidaba, más que a su propia vida, solo deseaba tener una habitación exclusiva para pintar, pero su salario no le alcanzaba para arrendar un departamento para ella sola, por eso compartía ese espacio con su mejor amiga, la que conoció el segundo año de la academia de Nevermore, en Vermont, por casualidades del destino ambas habían sido aceptadas en la Universidad de Nueva York, aunque Enid desconfiaba de ese azar, siempre pensó que su amiga iría a Harvard o volvería a su país natal, Inglaterra, pero le dijo que se había acostumbrado a este país y que no se desharía de ella tan fácilmente.

La pequeña reflexión la dejó con una sonrisa y con ánimos de comenzar una nueva y última semana, llena de entregas de trabajos escritos, algunos dibujos en técnicas que no le acomodaban con su estilo y una presentación el viernes.

En lo que respecta en su vida laboral estaría casi igual de complicada que la académica, pues sus turnos eran en su mayoría en las tardes hasta la hora de cierre, en los cuales la asistencia de estudiantes de la universidad monopolizaba la cafetería.

Enid vio su reflejo en el espejo que tenía en su habitación, observó con detención sus cicatrices. Habían pasado un par de años, ya no eran demasiado notorias, no después de todos los esfuerzos de su madre por los tratamientos de belleza y algunas técnicas laser para eliminarlas, lo único que hizo fue disminuirlas, pero todavía se podían ver si Enid se aplicaba un maquillaje ligero, moviendo su cabeza para alejar a su madre de sus pensamientos. Se miró una vez más y consideró que su vestimenta estaba acorde para ese día, pues los pantalones cortos le darían la frescura para los calurosos días de junio, sus tenis le ayudarían a llegar a tiempo a sus clases, porque nunca sabe porque el tiempo parece transcurrir de diferente forma con respecto a sus compañeros, pues siempre consideraba 10 minutos extras, pero siempre llegaba justo a tiempo y era porque corría por los pasillos de su facultad. Para la parte superior había escogido una camiseta de tirantes color fucsia. Finalmente, su cabello estaría recogido en una cola de caballo.

Agarrando su bolso y su celular que estaba en la mesa de noche, Enid salió de la habitación para afrontar esta última semana. Agarró sus llaves, pero antes de salir, gritó.

—Nos vemos en la noche Yoko—. Sabía que podía decirlo por mensaje, pero siempre le pareció que eso formaba parte de su rutina y le daban ánimos. Una vez su compañera le reclamó, pues sus horarios eran distintos y casi nunca tenía clases a las 8, siempre iniciaban a las 10. Una suerte que nunca cuestionó y que esperaba que continuara en el último año de universidad que aún tenían por delante, lo que Yoko sabía es que no estaría acompañando a Enid, pues había tomado una decisión que aún no se la comunicaba, pues le desagradaba la idea de 'abandonar' a Enid.

Enid volvió a mirar su reloj rojo de su muñeca derecha, aún le que quedaban cinco minutos para llegar hasta su sala, pero tenía que atravesar todo el patio central.

Si alguien tuviera que describirla, todos hubieran pensado que es una persona sociable, que le gusta saber de los últimos chismes y publicarlos en secreto en una página de alguna red social, pero eso es todo lo contario a lo que Enid es actualmente. Quizás en su primer año de preparatoria fue así, sin embargo, un hecho en particular la hizo cambiar bruscamente y toda esa alegría y personalidad exuberante quedó enterrada y solo quedó alguien muy precavida e interactuando lo mínimamente posible con sus compañeros, para evitar que la tildaran de 'bicho raro'.

Howdy, Roomie!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora