capítulo tres

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Suguru

—Nada de quedarse despiertas hasta tarde, eh.
—¡Si papá!

Una pequeña sonrisa se dispara por sus labios cuando apaga las luces, dejando la puerta cerrar. El reloj de la pared marca las once de la noche y mañana debe despertar temprano, pues el trabajo no perdona sus escasas horas de sueño y Suguru ha aprendido a adaptarse.

Irónico y cruel, piensa al recargarse en la puerta de las niñas mientras cierra sus ojos. El pequeño recuerdo de unos ojos azules viéndole con tristeza en una cafetería lo atormentan en sus peores pesadillas; ese y el actual, dónde Satoru pidió amablemente que salieran de su casa para hablar con Yuta, asustándose cuando escuchó la voz alzada del albino.

Un pinchazo en su cabeza lo hace suspirar.

No había tomado bien la petición. Tampoco le sorprende, ni lo culpa, recordando como el «no» de su cabeza fue más rápido que su capacidad de análisis, sorprendiendose por el tono frío de su ex esposo cuando generalmente solía ser cálido, dulce y humorístico, incluso si este último le dolía como el infierno.

Satoru afrontaba sus problemas con el humor. Él que no haya podido lograrlo esta vez hablaba demasiado de la gravedad emocional del asunto.

A pesar de ello, seguía siendo pésimo para ocultarle las cosas. Creyó que se trataba de una obviedad, pero al ver que Yuta no decía ni pío confirmó para si mismo que no había cambiado ni un poquito (o tal vez, siquiera había tratado de hacerlo). Quizás era un grito de ayuda cuando movía la cabeza más veces de lo normal, cuando sus manos se aferraban a cualquier estructura en busca de no caer y, en el final, cuando se recargó en un golpe seco hacia la pared tras pedirles que salieran.

No pudo escuchar mucho, pero cuando estaba por cerrar la puerta principal sabe que los "¿Por qué no?" ligeramente desesperados y la voz temblorosa y desesperada de Satoru intentando explicarse daba demasiado a entenderse.

No lo culpaba ni un poco. Sin embargo, no entiende por qué no tuvo el valor de quedarse para intentar solucionarlo como los padres que eran. ¿Habrá sido miedo? Pero, ¿exactamente a qué? Yuta era un buen niño y sabía que su ex esposo jamás podría lastimarlo.

Al menos no otra vez. Pero eso fue culpa suya por huir.

Sin embargo (y contra todo pronóstico) Satoru es sensible. Demasiado llorón ante sus hijos y ̶a̶n̶t̶e̶ ̶s̶u̶ ̶e̶s̶p̶o̶s̶o̶ como para ser capaz de rogarle a su primogénito que vuelva, que la conversación no ha terminado. Si quiera él en más de dos décadas ha sido capaz de ignorarlo, pero no pareció ser problema para Yuta cuando, con ojos rojos, le pidió con la voz entrecortada que lo llevara a casa.

Y sí: su hijo no es un niño, ni tampoco han sido negligentes con él. Mucho menos lo ven como alguien que busque atentar contra su vida bajo cualquier negación pero, aún así, Suguru tiene miedo. Y lo peor es que no sabe si es por su bolita depresiva o el poste de ansioso.

—Mi psicólogo definitivamente sabrá de esto.

Y en lo que camina hacia su cuarto, la puerta entreabierta de la habitación de Yuta llama su atención, deteniéndose casi al instante. Ok, él no es un metiche, pero estar pendiente a su bebé tras un suceso así es más que necesario.

—Fue una pésima idea—la voz entrecortada le rompe el corazón, seguido del sorbo a la nariz mientras los pequeños llantos adoloridos—obviamente dijo que no, Maki. ¡Estaba tan enojado que parecía explotar! ¿Sabes cuándo fue la última vez que lo vi así? Cuando echó a papá de la casa, incluso gritó—hay un silencio, ahora es Yuta quién está alzando la voz— ¡Sí! ¡Gritó! Él nunca grita y me gritó a mi, Maki. Tenía tanto miedo y-yo...

El camino hacia ti [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora