Satoru
Satoru estaba básicamente a punto de cometer un suicidio: estresado, cansado, enojado y, para coronar, triste. Excesivamente mientras ayudaba a Haibara a decorar el pastel de cumpleaños de su primogénito.
Era todo menos feliz. Debía ser lo contrario, pues su pequeño cumple dieciséis años y, a sabiendas del trastornado historial familiar, llegar a esa edad era un logro; aún así, lo único que está en su cabeza era la estúpida cara de s̶u̶ ̶e̶s̶p̶o̶s̶o̶ Suguru Geto, atormentándole como un vil fantasma del pasado que venía a arruinarle la escasa felicidad en su gran y ansioso cuerpo.
La sola idea de volver a verle le causaba náuseas, obligándose a soltar la crema batida para contar hasta diez (o cien en casos de emergencia). No reacciona y parece que ya ha pasado un montón, pues las manos del cabeza de campiñón le quitan la manga, sonriéndole dulcemente antes de empujarlo con suma delicadeza.
—Puedo continuar yo desde aquí, Gojo-san. Nanami-kun me dijo que le recordara tomar sus medicinas y que, por favor, hiciera algo bien con su vida saliendo a tomar aire—parece ser que no está consciente de lo que dice, pues rápidamente la cara se le pone extremadamente roja—¡n-no digo que yo piense eso! ¡solo repito sus palabras!
—Ya entendí—el otro parece aguantar la respiración, Satoru sin vergüenza pinchándole la mejilla para que suelte el aire. Es cómico el como llevan conociéndose una década y Haibara no deja de actuar como un mocoso.Y hablando de mocosos, el debía ver a los suyos. Optando por mantener el delantal azul con blanco que llevaba un «El rey de la cocina» sale por el gran ventanal que funciona como puerta, observando a los niños corretearse, a los amigos de Yuta reír con este tirados en el suelo y a sus propios compañeros beber alguna que otra bebida alcohólica que tiene prohibido tocar.
Un panorama bonito y dulce.
Se quería matar igual. No estaba listo ni un poco para afrontar la idea de convivir, por más de diez minutos, con Suguru en el mismo espacio. Patético para algunos igual, pues, la década de su divorcio lo respalda y aún así, el albino tenía miedo. Simplemente no podía, cansando a Yuta y̶ ̶t̶a̶m̶b̶i̶é̶n̶ ̶a̶ ̶é̶l̶.̶
—¿Te pasa algo?
La voz de Megumi suena calmada, su mirada mostrando indiferencia; tiene un gorrito que dice feliz cumpleaños a través de ese cabello desordenado y mueve los pies hacia adelante y atrás, causándole gracia el contraste con los gritos de los otros niños que suenan de fondo.
De todas formas era bastante irresponsable de su parte haber mostrado esos ánimos frente a él. Más porque debieron ser tan notarios que, alguien como Megumi que vivía en su mundo, lo haya descubierto; aún así, Satoru niega, revolviendo los cabellos oscuros del infante mientras sonríe.
—Sí, sí. Solo pensaba Yuta.
—No le caigo bien, ¿verdad?
—¿Haaa?—Satoru lo mira, parpadeando un par de veces con incredulidad antes de acabar agachándose para quedar a su altura, incluso si le truenan las rodillas. Por otro lado, Megumi mira hacia el adolescente con tristeza, abultando los labios con enojo.Era un berrinche.
Satoru sonríe.
—Eso es más falso que Santa Claus, Megumi-chan.
—Shh, Sukuna aún sigue creyendo en eso.
—¿Sukuna sigue creyendo en eso?—el niño niega con su cabeza con Gojo observando al demonio mayor persiguiendo al ángel menor.
—Eso no importa—vuelve la vista a él, notando que se ha enojado—Yuta on-, mhg, no juega conmigo pero siempre habla de que las otras niñas lo maquillan y se divierten con él.
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El camino hacia ti [SatoSugu]
Fiksi PenggemarDinero, estabilidad emocional y amor. Tres cosas que cualquier adolescente desea en aquel periodo, pero claro, Yuta es único y especial. Él solo pide una familia unida, aunque sea por un lapso de tiempo, pero todo es un poco... complicado; uno de su...