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Se hallaban en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas
de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

Con el corazón latiéndole muy rápido, Casiopea escuchó aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?

Sacaron sus varitas y avanzaron por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos
resonaban en los muros sombríos. Iban con los ojos entornados, dispuestos a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento.

Le parecía que las serpientes de piedra los vigilaban desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón les dio un
vuelco al creer que alguna se movía.

Al llegar al último par de columnas, vio una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo.

Casiopea reconoció que Ginny se encontraba exactamente en el mismo lugar donde anteriormente había reposado el cuerpo sin vida de Myrtle.

-¡Ginny!-Susurró Casiopea, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas.-¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta!-Dejó la varita a un lado, tomo a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mismo suelo en donde reposaba.

-¿Que haremos ahora?-Pregunto Peter.

-Tomarla e irnos.-Dijo Edmund levantándose rápidamente.

-Oh.. joven Pevensie lamento decirte que esto no será tan fácil..-Dijo Tom Riddle apareciendo desde detrás de una de las columnas.

Casiopea se levantó de un salto y Edmund no dudo en plantarse frente a ella.

-Si fuera tu, no me preocuparía por ella, los únicos en peligro son ustedes.-Dijo en dirección a los hermanos Pevensie.

-¿Tu que haces aquí?-Pregunto Casiopea una vez que su voz volvió.

-Estoy aquí gracias a ti, de hecho.-Dijo Con una escalofriante sonrisa.

-Tu mataste a Myrtle.-Dijo ignorando lo dicho anteriormente.

-En eso estás equivocada niña yo no la mate, mí hechizo si, pero no yo.

-Para que quieres a Ginny! Por qué has atacado a los nacidos de muggles?-Pregunto Casiopea recordando la imagen inmóvil de su hermana en la enfermería.

-No te preocupes pequeña ya sabrás el "porque" a todas tus preguntas, pero ahora mismo hay que deshacerse de de lo innecesario.

Ryddle abrió la boca, pero no dijo nada.

Llegaba música de algún lugar. Ryddle se volvió para comprobar que en la cámara no había nadie más. Pero aquella música sonaba cada vez más y más fuerte. Era
inquietante, estremecedora, sobrenatural.

A Casiopea le puso los pelos de punta y le pareció que el corazón iba a salírsele del pecho. Luego, cuando la música alcanzó tal fuerza que Casiopea la sentía vibrar en su interior, surgieron llamas de la columna más cercana a ellos.

Apareció de repente un pájaro carmesí del tamaño de un cisne, que entonaba hacia el techo abovedado su rara música. Tenía una cola dorada y brillante, tan larga como la de un pavo real.

-Y eso.-Dijo Ryddle, mirando el fardo que Fawkes había dejado caer.-Eso no es más que el viejo Sombrero Seleccionador del colegio.

Así era. Remendado, deshilachado y sucio, el sombrero yacía inmóvil a los pies de Casiopea.

Always WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora