Capítulo 8

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El ojo del huracán.


¿Has oído hablar del ojo del huracán?


Adiel entró rápidamente a la casa con Samael en brazos y se dirigió a una habitación.

— Maya, por favor, trae el maletín médico...— dijo Adiel al pasar. Maya asintió y se apresuró.

Después de unos minutos que parecieron eternos, donde Lisa solo estaba sentada en el sillón mirando un punto fijo mientras las lágrimas caían, Adiel salió de la habitación, suspiró y la miró.

— Ven... está bien. — dijo aliviado. Lisa lo miró, se levantó y entró a la habitación para encontrarse con un Samael sentado en la cama, sin camisa y con la herida tapada por una gasa.

— ¿Por qué carajos hiciste eso? — preguntó seria, despacio, mirándolo a los ojos.

— Te iba a apuñalar a ti y-

— Está bien, solo la punta de navaja entró, lo paró justo a tiempo, no se hizo mucho... Es prácticamente un rasguño. — explicó Adiel. — Comienzo a creer que de hecho es hematofóbico...— agrego en un susurro mientras veía a Lisa acercarse a Samael.

— Lisa yo- — no pudo terminar porque Lisa abofeteó su mejilla derecha. Bajó la cabeza tomando su mejilla con su mano.

— No vuelvas a desobedecerme. — dijo Lisa entre dientes. Samael asintió. — ¿No entendiste lo que dije? — gritó Samael se encogió. — ¿Por qué vuelves hacerme eso? — volvió a gritar

— Pero-

— Pero nada. — gritó— Si me pasaba a mí, no me interesa. Voy al hospital, he estado millones de veces ahí... Porque sí puedo ir. Ese es otro problema con ustedes, no pueden ir al maldito hospital. Prácticamente no existen para la sociedad y esa gente les encanta hacer preguntas. Tienen una base de datos en las que necesitas tener datos Samael. Ni si quiera tienen apellido por dios santo. — dijo mirando a Adiel

— Y si no llegas al hospital que-

— ¿Qué hago yo sin ti? — dijo haciendo una mala imitación— No me pongas esa excusa de mierda. — suspiró y se sentó en la cama. — Además está Adiel, por algo le dije que compre las cosas necesarias.

— No es una excusa es-

— Cállate. Me tienes harta, no puede ser posible que hagas esto siempre, maldita sea— dijo apoyó su cabeza en su pecho. — No vuelvas hacerme eso. — lloró. Samael la miró, sacó su mano de su mejilla y, con cuidado, la abrazó. — No puede ser que me pongas a mi antes que tu propia vida. — dijo contra su pecho.

Samael apoyó la mejilla izquierda en su cabeza— Ese es el problema...— susurró

— ¿Qué? — preguntó Lisa confundida, limpiando un poco sus lágrimas

— Tu eres mi vida...— susurró Samael separándose para verla.

— Pero si te pasa algo a ti, yo también me muero. — dijo mirándolo a los ojos— Si les pasa algo a cualquiera de ustedes. — dijo volteándose a ver a Adiel y Maya que estaban parados en los pies de la cama mirando la escena. — Ustedes tres son las personas más importantes en mi vida. No sé qué haría si les pasa algo. Entiendo que quieran protegerme, pero no se maten para hacerlo... por favor. — Adiel y Maya asintieron. Lisa se volteó a ver a Samael, miró su mejilla roja y la acarició con una mueca. — Lo siento, no quise-

— Está bien— dijo Samael abrazándola.

Era obvio que iban a volver, especialmente porque ahora sabía que el ser tenebroso tipo de los ojos rojos... sangraba. Y eso hizo, después de unos días de haberse recuperado, imagino, volvió a mi casa. Pero esta vez yo estaba preparada.

DesterradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora