𝟏𝟕│𝐖𝐇𝐄𝐄𝐋 𝐎𝐅 𝐅𝐎𝐑𝐓𝐔𝐍𝐄

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𝐑𝐔𝐄𝐃𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀
𝐅𝐎𝐑𝐓𝐔𝐍𝐀




𝕮𝖆𝖕 𝟏𝟕


— Mierda, ¿no te parece suficiente que el algodón de azúcar sea más grande que tu propia cabeza? —Tom se rió de mí. Me había regalado un lgodón de azúcar rosa, en forma de corazón, literalmente, más grande que mi cabeza. 

— Pues, que hago. — dije, y arranqué un pedazo de este. 

— Nunca es suficiente, si es que quieres tener diabetes. — bromeó Por eso, tienes que compartir un poco conmigo, ¿si? —Hizo un puchero falso.

Ponga el algodón fuera de su alcanze, aunque, el era lo suficientemente alto para tomarlo. Mis 1,70 cm aveces me ayudaron, pero en este caso, no. Tom me llevaba casi 20 cm de alturo, por lo que pudo arrancarme casi la mitad del algodón de azúcar. 

Abrí mi boca sorprendida, para soltar un primer insulto que se me viniera a la cabeza, pero Tom rápidamente, tomó un pedazo de algodón de azúcar, y lo puso dentro de mi boca, llamándome. 

— Está bueno, ¿cierto? — se rió, sonriendome. Con esa sonrisita, que me podía hacer perdonar hasta la cosa más insignificante. 

Lo miré sin evitar sonreir, masticando aún el dulce en mi boca. De la nada, sentí como Alisson se me abalanzaba en la espalda, y Georg se me ponía a el lado. Solté un jadeo de dolor, me rompió toda la espalda esta maldita. ¿Acaso pensaba que era muy liviana?

— ¡Acompáñanos a montarnos a la montaña rusa que te echa agua! — me gritó Alisson, todavía en mi espalda, casi llevándolo como caballito.

— ¡Es enserio, ahora tú! Yo dije que a esa no, ¿acaso quieren que muera? — Se quejó Georg. 

— Me quiere matar a mí. —dije cómo pude, como si tuviera una piedra inmensa en la espalda. 

Alisson se bajo de mí, riendo. — Entonces, ¿quieres?

— Es que.... 

— Dije que tenía que estar mínimos a 5 metros de nosotros, ¿Son tan imbeciles, que ahora no me entienden? —Tom me tomó de los hombros, territorial.

— ¿Y a mi que me importa? — se quejó Gustav. —Metete tus 5 metros por donde más te quep...

Ok, andaban demasiado peleones hoy estos dos, y algo que olía a que yo tenía que ver con eso. 

— Continúa, Georg. —Tom reto a Gustav, y esta vez se veía más serio, fuera de broma, con ganas de pelear de puñetazos. 

Gustav no parecía asustarse, el realmente se veía resentido, pero no quería pelear. 

— Adiós, Hasley. — Gustav se despidió de mí, sin mirarme, llevándose a Georg a rastras, sin este saber que sucedía. 

— ¿Y Hasley? — preguntó Georg a lo lejos. 

— Está muy ocupada. — respondió Gustav, ya estando lo suficientemente lejos. 

Miré a Tom, con el ceño fruncido. — ¿Qué mierda pasa, Tom? — le pregunté, igualmente sabiendo que no me iba a decir que sucedía. 

— Nada, estupideces. — bufó, y me presionó hacía el. 

Suspiré e intento no empezar a pensar las cosaas. Sobre pensar siempre me cagaban los momentos. — ¿Quieres ir a la rueda de la fortuna?











***










Ahora, nos encontramos en la rueda de la fortuna, Si, logré convencer a Tom. Según el, se iba a marear, y le iban a dar ganas de vomitar, pero allí estábamos, montados en la rueda de la fortuna. 

La rueda rodaba a un ritmo lento. Yo miraba el atardecer, como poco a poco el cielo se iba oscureciendo, y el se escondía. 

Tom seguía comiendo el algodón de azúcar que principalmente me había comprado a mí, pero yo soy principalmente humilde, y se lo regalé, (me empezó a doler la barriga).

— Me escucha las canciones que me dijiste — me sacó de mis pensamientos. 

— ¿Sí? — volteé a mirarlo, estaba sentado frente a mí. 

— Sí. — acercándose con una sonrisa. — Me escuché todo un álbum de Cigarrilos Después del sexo.

Ay, mierda. Parpadeé un par de veces, y sentí como se me encogió el corazón de pura emoción. 

— Te juro que las letras son demasiado empalagosas. — se rió, y yo lo miré con mala cara. —Pero, hijo linda. — me miró, cargando su cabeza y encogiendose de hombros. 

Apreté mis labios, intenté ocultar una sonrisa tonta que se formaba en ellos. — Cuéntame de ti. — me daba vergüenza hablar de mí. 

— ¿Qué no sabes de mí? — Soltó una risita nasal. 

— Muchas cosaaaaas. 

— Pero, no sé, depende de qué quieras saber. — se sentó con mejor postura, mirándome. 

— ¿Tu color favorito? Es ridículo, pero, de igual manera, importa ¿no? — el rió ante mi nerviosismo. 

— Azul. — respondió, sonriendo, restándole importancia. 

— Bien. — asentí. 

— ¿Y el tuyo? Sí, si muy ridículo pero quiero saber. — entrecerró los ojos con burla. 

— No sé.... — murmuré. Abrazé mis piernas. — ¿Cual piensas que sería mi color favorito? —lo interrogué. 

El se echo para atrás, a rescostándose en el espaldar, tomándose el tiempo de mirarme.

— No es como sí siempre usarás negro en todo lo que vistes. —dijo, riéndose. — Sudaderas negras, tu obsesión por los golden retrievers, las pantúflas negras que ví en tu habitación, y, fingiré que no recuerdo el brasero negro que llevabas ayer. — rió a lo último, comiendo lo que quedaba del algodón de azúcar. 

Puse una mano en mi cara, avergonzada. — ¿Siempre tienes que sacar lo perverso a las cosas? — reí. 

— ¿Qué? ¡No es mi culpa que lo llevaras puesto! ¿Y cómo no recordarlo, cuando fuí yo el que te lo quité? —me miró con una sonrisa ladina. 

— Ya, cállate. —Deje de abrazar mis piernas, para ahora sentarme bien. 

— El seguía sonriendo, y nos quedamos en silencio. Un enorme silencio cómodo, hasta que el habló. 

— ¿Siempre te he parecido tan detestable? —preguntó. —Digo, por que antes no me soportabas, ¿o me equivoco?

Bufé, y miré al atardecer, impidiendo su mirada. — Solo me caíste mal. Recuerdo cuando te conocí, y llevabas esa ropa aún más grande que la que llebar ahora, aún más engreído. 

— ¿Te caía mal por mis rastas o mi ropa? — soltó ofendido, pero aún riendo. 

— No. — reí, retractándome. — La cosa es que, te conocí cuando tenía 15, y tú 18. — pensándolo, que ilegal era esto. — Solo me cagaba que te gustaran las mayores, y yo soy tres años menos que tú, tres años más inmadura, tres años más inexperta, tres años más niña. No te iba a interesar ni por mucho que lo intentara, entonces, solo fingí que me caías mal para ocultar, que..... si me gustabas un poquito. — carraspeé a lo último. 

— ¿Te gustabaa? — abrió los ojos como platos. Lo miré y asentí levemente. — No es como si no me fuese dado cuenta de eso. — rió, sarcástico. 

— Puto.... — bufé, dejándolo de mirar. 

— A mi me gustaste desde que Bill y yo te conocimos en el parque. — soltó, sincero. — En realidad, me importaba poco si tenías 15. —soltó una risita nasal

— Pues... Te vas a la cárcel. — sonreí nervioso. 

Tom negó, divertido. — Me interesaste desde el primer momento, pero cada vez me acercaba a ti, parecía que me querías matar. Pero, igualmente, no me elejé.

— Oh, ya veo. — cargame mi cabeza. — Era demasiado insistente.

— Nunca me rindo con las cosas que quiero. — se encogió de hombros. 

— Me veías como un objetivo más, simple..

— Nah, si fueses uno de mis "objetivos", no estuviese contigo aquí, ahora mismo. — se acercó. — Obligado a estar en esta maldita rueda, pero, contigo. — irritante.

Lo mire detalladamente, como un rayo de sol pegada a su rostro, cómo iluminaba sus ojos, así pudiendo ver los dilatadas que estaban sus pupilas. 

— Quiero sabes más de ti, y lo sabes. — susurró

— Pero, ¿Por qué me eliges a mí, entre tantas? — suspiré. — Tienes una multitud de mujeres de todas las edades, y todos los colores de cabello detrás de ti. 

— Algo en mi me dice que, tú eres la única chica con la que quiero estar. Mi amor verdadero. — relamió sus labios. — Me siento bien contigo. Tú sabes.. cómodo. Y realmente me gustas, Hasley. 

Parpadeé un par de veces, pellizcándome la piel de mi brazo izquierdo, comprobando que no era un pendejo sueño. 

Mientras lo miraba como una boba, las luces de varios colores que alumbraban la rueda, se apagaron, y la rueda paró de rodar, dejándonos justo en lo más alto de la dichosa rueda de la fortuna. 

Me asusté, miré a mi alrededor, mirando al suelo, y lo lejos que estabamos de el.

— Mierda, se fue la electricidad. — dije, poniendome de un golpe a el lado de Tom, haciendo que la cabina en donde estamos se moviera. Tom parecía no importarle que estamos inmóviles en lo más alto de una rueda inmensa. El me miraba sonriendo. 

Al estar a su lado, tomó una de mis manos, entre las suyas. — ¿Siempre tienes tus manos tan frías? — rió, poniendo sus manos sobre las mías, brindándole un poco de calor. 

— Y las tuyas siempre terriblemente calurosas. — solté extrañada, pero aún asustada por el echo de que nos quedáramos inmóviles en medio de la nada. 

Soltó otra risa nasal, y miró nuestras manos juntas, para después mirarme a mi, con sus ojos demasiado iluminados, como si tuviese una estrellita en cada, iluminando sus radiantes ojos marrones. Me tranquilicé, y sonreí un poco. 

(Canción hot, discretamente)

De la nada, el ambiente lindo, y lleno de sentimientos, se esfumó con tan solo sentir como su mirada se figaba a mis labios, y el relamía los suyos, con ganas de juntar los labios de un golpe, ¿por qué no tomar la iniciativa?

El ambiente se tensó, miraditas llenas de deseo, nuestras respiraciones agitadas, nuestros cuerpos poco a poco juntándose como imanes, me cansé de tanta introducción, para después plasmar mis manos en ambas mejillas de Tom, y de un golpe seco, juntar nuestros labios. 

Tom sonrió contra mis labios, sin dudar en mover los suyos sobre los míos, inmediatamente. 

Las manos de Tom pararon de sostener las mías, para ahora correr a mi cintura, y hacer con ella lo que quisiera, tanto dejar caricias, y escabullirse dentro de mi camisa. 

Ladeé mi cabeza, para poder tener más acceso a su boca. Saboreé sus labios, pudiendo así sentir el sabor dulce de la azucar en sus labios, incitándome a seguir besándolo, con el corazón a 1000. 

La posición en la que nos entrábamos era muy incómoda, debilo a el poco espácio que los asientos ofrecían. 

Tom, súper ingenioso y astuto, en un movimiento rápido, me alzó, montandome encima de el, sin parar en ningún momento del beso. 

Debido a el movimiento brusco, la cabina se movió, sonando oxidada, advirtiendo que en cualquier momento se iba a caer (like por exajerada x2), pero, ya saben, nos importó poco. 

Ya estando encima de Tom, con más comodidad al besarlo, con más acceso a mí, sus manos deslizaron por mi espalda, para después, descaradamente, con toda la confianza de este mundo, meter las manos por debajo de mí camisa, y acariciar toda mi espalda a su gusto. 

Jadeé contra su boca ante su tacto, y sus manos cálidad pasearse por mi piel debajo a la camisa holgada que llevaba, pellizcando, subiendo y bajando, hasta llegar intencionalmente, a mi brazier. Y sus manos apretaron mis pechos por encima de la tela de el brazier. 

No sabía si llegar a mayores. ¿Follar en una rueda de la fortuna? Tom era tan capaz de eso y de mucho más. Igualmente, nos encontrábamos en lo más arriba de todo, nadie podía vernos. 

Mientras nuestros labios seguían juntos, nos separamos por falta de aire (x2346 vez). Respiramos, mirandonos a los ojos, todavía muy cerca. Nuestros ojos conectados, nuestras respiraciones igual de agitadas, y con las mismas intenciones en mente. 

— A mi también me gustas mucho, Tom. — murmuré cerca de sus labios, sonriendo, queriando detener esto hasta allí, pero Tom iba en serio, sus ojos ya estaban oscurecidos, demasiados tarde como para que yo decidiera detener esto ya. 

Se acercó a mi oído, después de humedecer sus labios. — ¿Alguna vez, has follado en una rueda de la fortuna? — susurró Tom allí, dejando una leve risita, sin separase de mi oído, para después aspirar mi perfume en mi cuello, y empezar a dejar pequeños besos allí. 

Jodeeer. 

Antes de poder sí quiera responder, e intentar sonar sensual, cuando claramente, de las veces que he follado en mi vida, nunca he follado en una rueda de la fortuna. 

El me demostraba que no le daba miedo nada. Le importaba muy poco que lo vieran teniendo sexo en una atracción de un parque de diversiones.

Al ver cómo no respondía nada, y yo solo me había quedado mirándolo, extasiada, me miró ladeando la cabeza. 

— ¿Entonces? — me miró con ojos intrigantes, con una pequeña sonrisa en sus labios. — ¿Has follado alguna vez aquí? — me miró inquietante. 

— No. — tartamudeé un poco. 

Su sonrisa se ensancho, y paso una lengua por sus perfectos dientes. — Hay una primera vez para todo, ¿no? — habló divertido. Relamí mis labios, nerviosa, cuando rápidamente las manos de Tom se encontraban ya en mi trasero, y en un movimiento ágil, no sé cómo, me volteó, dejándome acostada en el asiento de la cabina, colocándose encima mío. 

Lo miré exaltada. — A ti no te da miedo nada, ¿verdad? — pregunté, sonriendo. Me podía dar miedo la idea de follar en medio del aire, con la mayor posibilidad de que todos nos vieran, pero, no significaba que no quisiera hacerlo. 

— Nah. — dijo indiferente, pasando su dedo pulgar por mis labios. — ¿Y a ti sí? — me interrogó, demasiado sonriente. 

— Bueno, depende. — miré como una de sus piernas se posicionó en mi entrepierna, y con su rodilla, la rozó. Jadeé, patéticamente. 

Una de sus manos se dirigieron a mi entrepierna, directamente, apretando con su pulgar la zona, dejando leves roces allí, atento a mis reacciones. 

Mordí mi labio inferior, callando todo soniedo que saliera de mi garganta, cuando igualmente, nadie iba a escuchar. 

Los roces aumentaron de nivel, tanto, como para que su mano estuviese apunto de desabrochar el botón de mi pantalón, mientras este se abalazaba a mis labios. Nuestras lenguas rosáandose, y nuestros labios moviéndose rápidamente. 

Pero, como saben, no todo es tan bueno. La rued de la fortuna, empezó a moverse. Me paniquie inmediatamente, separando a Tom de mis labios, y su mano de mi entrepierna. 

Me sente de golpe. — Mierda. — dije agitada. Mientras que a Tom le parecía valerle verga que se estuviera moviendo la rueda, podría haberse caído, y me follaba de todas formas. 

Se rió, y se abalanzó a mi cuello, besandolo como el maldito perverso que era. Sin separarlo aún de mi, disfrutando sus húmedos besos en mi cuello, que ponían caliente a cualquiera. 

— ¿No era qué "depende"? — rió, contra mi cuello. 

— Claro, depende. Esta cosa se está miviendo, Tom. — hablé asustada, mirando como poco a poco bajamos, y llegábamos a el suelo. 

— Mmh — gruñó. — ¿Ves que si eres una maldita miedosa? — se separó de mi cuello, cagado de risa, para después darme un beso, o besote en la mejilla. 

— Y tú un maldito arriesgado. — dije, entredientes. 

— Esto, pienso continuarlo hoy, sin falta. — acomdó la bandana que llevaba, y su camisa, divertido. 

Bufé. 

Después de casi un minuto de llegar completamente a el suelo, la rueda se detuvo, y bajamos de los más rápido que pudimos. Tom estaba muerto de risa, y yo muerta del miedo. 

Para mi suerte, nuestros tres amigotes, nos esperaban allí, algo preocupados.

— Se fue la luz por algunos minutos. — habló Georg, trite, como un niño pequeño. 

— No me di cuenta. — hablé con sarcasmo. 

Tom se acercó a mi oído. — Hasley, tu camisa. — me susurró suavemente, pero con característico tonó burlón. Miré mi camisa, y esta estaba levemente levantada, mostrando una pequeña parte de mi abdomen y espalda. 

Avergonzada, baje mi camisa, rapidamente. 

Los chicos parecieron no notarlo, gracias a Dios.

¿Quien fuese a creer que estaba apunto de follar con Tom, en una rueda de la fortuna?

Vaya nuestra primera cita.

















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 No enojen conmigo jeje 🤭
El próximo cap tal vez venga hot,
uno nunca sabe JSKJSKJS


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@ 𝟔𝟔𝐦𝐢𝐧𝟑𝐫𝐝 ⁃ 𝟐𝟎𝟐𝟑

𝕯𝖎𝖘𝖈𝖔𝖛𝖊𝖗 𝖙𝖗𝖚𝖊 𝖑𝖔𝖛𝖊 | Tom Kaulitz Where stories live. Discover now