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Diana:

"Si, te amo, Chuck"

La confesión se repite en mi cabeza y mis ojos no se apartan de su rostro, veo cómo cambia, se relaja y los ojos le brillan, su emoción causa estragos en mi y antes de agregar algo más, Chuck viene hacia mí, toma mis mejillas y estampa sus labios contra los míos, recibo y devuelvo el beso que me otorga, jadeo sobre esa boca y vuelvo a tomar un segundo beso luego del respiro que mis pulmones me obligan a tomar, la boca me ataca con más violencia y mis manos se cuelgan de su cuello disfrutando de ese beso que me vuelve loca y deseo que sea eterno.

—De nuevo.—Suplica.—Mi reina, amor mio...

Rozo sus labios.

—Te am...

La puerta se abre y nuestras bocas se separan, aprieto los labios alejándome igual que él mientras pongo los ojos sobre la puerta.

La reina de Arcaría se encuentra al lado de sus doncellas y pasa la mirada en ambos, luego carraspea sacando a sus tres doncellas, las mismas que la siguen a todas partes.

—Me disculpo por la interrupción. —Intento responder, pero apenas me recupero del beso. —Sus guardias la esperan y debemos tomar una decisión pronto, reina Diana.

—Entiendo.

Miro a Chuck un segundo y me encamino hacia la puerta, sin embargo, el me detiene de la mano y mis pies paran, mi mirada la ubico sobre el nuevamente.

—Mi reina, por favor, considérelo.

¿Es una broma?

Tiene que ser una broma después de que le explique porque no...

Aparto la mano enseguida tras escuchar esas palabras.

—No, Chuck. —Junto las cejas. —Y es mi última palabra.



Chuck:

Mi reina sale de la habitación y Alexandra de Arcaría se queda.

—No quise interrumpir.

—No se disculpe, reina Alexandra. —Bajo la cabeza en una reverencia, quien debe disculparse soy yo. —Es su reino y su palacio, yo solo soy un invitado aquí.

—Aun así, me temo que fue motivo que una conversación importante acabara.

—Ahora misma lo importante es el plan de la reina, lo demás puede esperar. —Contesto.

—Ya veo..

Va a salir también cuando mi voz la detiene.

—Tengo una solicitud...—Pido recordando el deseo de mi reina. —¿Tendrá pinturas dentro del palacio?

—Lo siento, no... —Toma aire y continua. —Carboncillo ¿Le sirve?

—Sí, gracias reina Alexandra. —Agradezco. —¿Un lienzo?

Creo que pido demasiado, pero ella sonríe. —Eso si tengo.



Diana:

Seré el cebo, la carnada, la trampa. Ya lo he decidido y es mi última palabra con mi guardia, el plan se hace y dejo que se preparen para el día de mañana en el que todo deseo culminar.

—El blanco se volvió tan representativo de su reina como lo es ella de Obsidiana. —Alexandra pide que sus doncellas se acerquen y no le quito la mirada al traje blanco con hombreras en punta y botones dorados en el pecho. —Para usted.

En los zapatos de la Reina (#4 Amores en la realeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora