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Diana:

Entro a la tina luego de despojarme de las prendas, la ropa desgarrada fue directa a incinerarse y Chuck se ocupó de ello.

No pienso en nada más que relajar mi mente, echo la cabeza hacia atrás y pongo los ojos en el acabado del techo de mi dormitorio, mis ojos se cierran.

Las imágenes de el sobre mi regresan, la ropa desgarrada y la fuerza que ha quedado marcado en mi cuello, en mis muñecas.

Todo sigue ahí recordándome que fue real.

Me sujeto las marcas que empiezan a adquirir una tonalidad más visible y cierro los ojos queriendo que desaparezca el recuerdo.

Disfruto de ese baño en silencio, quitándome todo rastro de ese hombre en mi piel.



(***)



—¿Cómo está el barón? —Pregunto una vez que recibo a Chuck en mi habitación.

—Las criadas se están ocupando de él, intuyo que la medicina de Althea tendrá efecto pronto.

—Ya veo.

Un corto silencio ocupa la habitación.

—No debió dejar que viva, mi reina. —Comenta el.

—Ahora tendrá una cicatriz en medio del rostro que le recordara lo que hizo, caminara con esa cara el resto de su vida sabiendo que jamás debió tocarme.

Chuck no luce complacido.—Intento violarla, no debió perdonarle la vida. —Escucho como sujeta el mango de su espada. —Yo estaba a punto de...

Lo miro.

—Chuck... ¿Cómo reaccionaría Solaría y sobre todo su reina si yo te ordenaba acabar con la vida del barón?

—Como reina debo tomar decisiones por el bien de Obsidiana, aunque esas decisiones me afecten y sienta que no han sido del todo justas...

Su mirada baja, entendiéndome.

—Primero y segundo esta Obsidiana, su bienestar antes que el mido y ya lo dije... el jamás me olvidara.

No agrega nada así que doy por terminado el tema.

—¿Te ocupaste de la carta?

—Lo hice.

—Está bien.... Quiero... descansar esta noche, Chuck.

Asiente y se dirige a la puerta, sin embargo, se vuelve hacia mí una vez más.

Y se inclina, apoyando una rodilla en el suelo.

—Le ruego, mi reina que la próxima vez me incluya en sus planes.

Respiro profundo.

—¿Qué es esto? Te dije que sabría solucionarlo.

Por favor...—Me pide y levanta la cabeza. —Mi reina.

El corazón me palpita fuerte y mis ojos se abren más.

—Está bien, Chuck, está bien.




Chuck:

Miedo es lo que percibo en la corta conversación que tengo con la reina.

Miedo y su necesidad de sacarme rápido de la habitación, quiero estar a su lado, pero también sé que necesita desahogarse.

Y necesita espacio sola.

Trago saliva y permanezco detrás de la puerta luego de echar a los guardias.

No pasa mucho hasta que las criadas llegan a la habitación de la reina con algunas comidas ya que no tuvo tiempo de decir que no querían.

Mis oídos captan el ruido desde el interior y chasqueo los dientes.

—Retírense.—Les ordeno.

—Pero...

—La reina no nos dijo si comería y...

—Le hemos traído sus comidas favoritas.

—Que se retiren ahora.—Alzo más la voz y temerosas bajan la cabeza.

—Si. —Responde y acaban yéndose.

Todo vuelve a estar en silencio, al menos unos segundos después de que se retiran.

El ruido que se obliga a callar causa estragos en mí, porque a pesar de todo sigue queriendo contenerse.

Cierro los ojos y mis manos acaban cerrándose, me siento impotente detrás de esas grandes puertas que nos separan y cuando el sonido mezclado con tristeza sube el dolor en mi pecho por el suyo también crece.

Acabo apretando los puños y siendo fuerte por ella mientras escucho a su majestad llorar.



Nos leemos.

>>Yiemir.

En los zapatos de la Reina (#4 Amores en la realeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora