07

1.1K 140 37
                                    

—Lisa, yo debería preguntar si puedo tener el honor de sentirme enamorada de ti toda la vida —comentó mientras se paraba en seco en medio de la pista de baile, con el corazón latiendo desenfrenado por simples palabras que la pelinegra había pronunciado antes, el pecho le subía y le baja con exageración y realmente al momento de hablar no tuvo nada de filtro.

—Déjate de bromas —Lisa también paró de moverse al ritmo de la música y nerviosa golpeó el hombro de Jen con una sonrisa—. Toda la vida es mucho tiempo y ni me conoces.

—No estoy bromeando —ojalá lo estuviera, pero no, se sentía completa estando ahí, con ella, una chica que no la conocía, una chica que ni siquiera se esperaba nada después de ese día, una chica de la que en efecto, no conocía en nada—. No necesito conocerte mucho como para saber que realmente quiero tenerte en mi vida.

—Claro que lo haces, no es ningún honor —para Lisa, su existencia era lo menos importante, no es como que quisiera ser protagonista, estaba bien siendo personaje secundario en la vida de los demás—. Aparte, no sabes nada de mi, solo somos extrañas en una fiesta aburrida.

—Cariño, tu más que nadie debería saber que si es un completo privilegio estar a tu lado, no lo digo de broma, realmente cautivas a quien quieras —¿notan eso? Era Lisa apunto de caer al suelo por tanto que aquello le provocó, el decir que estaba bien siendo secundaria era mentira, estar en su zona de confort no implicaba que eso estuviera bien, a veces, también necesitamos ser protagonistas—. Y conforme lo de extrañas, ¿que no todos somos unos extraños en la vida de todos? ¿A quién conocemos realmente? Respira, nadie debe decirnos cómo vivir.

Era verdad, absolutamente todos somos unos extraños, a veces hasta para nosotros mismos, porque por más que conozcan de tiempo nuestro estado físico, nadie jamás conocerá nuestra mente, y lo que guardamos ahí. Bueno, puede que en X men, el profesor X, el señor pelón de silla de ruedas, si conociera a todos, ya saben, con eso de leer mentes, pero Jennie dudaba de que ese super héroe existiera en el mundo real.

—¿Jennie? —escuchó la vocesita de Lisa diciendo su nombre, juraba que había disociado en ese momento, al pensar en el profesor X y sus poderes.

—¿Si? —la incitó a que continuara hablando, con toda la atención puesta en ella a pesar de los pisotones y empujones que estaba pasando por estar parada en una pista de baile.

—¿Esto es amor a primera vista? —¿así era eso que todo mundo habla?—. ¿Así se siente?

Jennie quedó muda, no sabía ni qué responder, estaba nerviosa, su corazón bombardeaba fuertemente y su hipotálamo estaba en zona roja, trabajando a todo lo que daba, juraba que si estuvieran en intensamente, las personitas que tenía como emociones sin duda se moverían de un lado para el otro con pánico, emoción y nerviosismo. Seguro la personita amarilla controlaría todo en ese momento, y sin dudarlo sonrió antes de preguntar.

—¿Qué sientes?

¿Qué sentía? Sentía que la sangre le bombeaba más fuerte, que el corazón se le saldría del tórax, que la punta de los dedos temblaba al querer tocar a Jennie, para descubrir si era real y no un sueño donde tarde o temprano despertaría. Sentía las orejas calientes y la sonrisa bailar en su rostro, las brumas mentales que le acompañaba siempre, ya no estaban más ahí, ya no estaban por ahí esa noche, desde el momento en que sus manos se entrelazaron. Sentía que el estómago le revoloteaba y que los pies le flaquean, sentía todo eso y más, pero solo alcanzó a decir:

—Que solo quiero mirarte toda la noche —y no solo toda la noche, todo el día, toda la vida o hasta que dijera basta, quería contar cada hebra de cabello, cuantos lunares tenía, lo suave de su piel, quería saberlo todo de Jennie, como si realmente eso no le asustara.

Encantada | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora