09

995 142 28
                                    

"Yo alguna vez me enamoré del sol, o por lo menos creí amarlo, hasta que una noche, mientras miraba el techo, supe que nunca sería mi hogar. No era para mí, lo supe en cuanto vi sus ojos enamorados de mí y mi corazón ya no palpitó al sentir todo lo que podía darme. Nunca me enamoré de ella, pero me duele que ella sí se enamoró de mí".

A Roseanne siempre le gustó la escritura, y siempre había escrito cosas tan banales que sin duda podían interpretarse como los sentimientos cotidianos de la vida adolescente, solo tenía 18, y en ese momento había dejado ir a la persona que le dio confort por tanto tiempo. Nunca había escrito sobre Lisa, no hasta la noche en la que estaba tan inquieta que no podía dormir, suspiró varias veces, antes de sentarse y escribir esa simple nota, palabras simples, oraciones con metáforas y sentimientos.

Sol, el sol siempre le recordaría a Lisa porque ella siempre fue esa luz brillante en su vida, más brillante que cualquier otra cosa, y el calor que le brindaba era tan reconfortante que sin duda fue su sol y siempre lo sería. Pero la había alejado, diciendo aquellas palabras huecas, con una sola razón: no podía dejar que Lisa se hundiera con ella, no podía dejar que ese bonito sol que siempre estaba lleno de vida, poco a poco se fuera apagando y sabía que si permanecían juntas, ellas simplemente no funcionarían; supo que debía dejarle cuando los ojos de Lisa la miraban bonito después de que se vieran en aquella habitación del hostal en donde Lisa vivía ahora, y se sentía tan culpable de hacerla dejar todo, tan culpable de que la chica se fuera sola a buscar el mundo, cuando claramente era un sueño de ambas.

Así que no lo resistió más y esa tarde, cuando dijo que había conocido a alguien era mentira, no había alguien con quien funcionara, no había encontrado a alguien quien la sintiera completa, no había nadie, solo era ella, sus mentiras y su corazón doliente, solo era ella, una chica de 18 años que por miedo dejó cortarse las alas tan grandes que tenía en el futuro. Le dolía, a Rosé le dolía, pero no por Lisa, le dolía porque ya no sería esa jugadora famosa que tanto quiso ser, su planes, todo lo que su futuro pintó por perfecto ya no estaba, se había ido, esfumado.

Fue tres meses después que en el lugar donde vivía, una empresa abrió sus puertas, ella era joven, a la universidad no asistía y trabajaba en una tienda de helados, resignada que así sería su vida para siempre, cuando conoció a Daesung, un lindo chico que le pidió un helado de fresa y su número, gracias a él su vida se arregló. Pues Daesung era hijo del dueño de la empresa y cuando ya llevaban un noviazgo de 7 meses, Rosé comenzó a trabajar en esa empresa, mejorando cada aspecto de su vida.

Su vida se arregló y poco a poco, se fue enamorando de aquel guapo chico y fue perdiéndose en lo lindo que era él tanto por dentro como por fuera. Una noche, Rosé decidió confesar a Daesung sus males, claro, ocultando que tuvo todo que ver con Lisa, solo comentó que hizo que su mejor amiga dejara la ciudad y que justo se juntaba con quién le habían hecho daño a Lisa, comentó también que la había alejado de su vida y que tenía aproximadamente dos años que no le veía para nada.

—¿Por que no le marcas y arreglas toda la situación? Si es tu mejor amiga, seguro y se arreglaran fácil, es más, seguro y se alegrará de oír de ti, mi amor —esas fueron las palabras de Daesung, un respiro para Rosé y una condena para Lisa.

Y bueno, ahora Rosé estaba ahí, sentada en la mesa principal, con una botella de licor en las manos y viendo a la guerra campal de pastel dando paso a todo lo que daba, todos estaban felices y contentos, todos disfrutaban de jugar como unos estúpidos, menos ella y su cartera. Tendría que pagar todo aquel desorden que se veía, Dios, estaba con tantas ganas de llorar en ese momento, ya ni tenía ganas de correr a la idiota que le aventó el pastel, ya no tenía ganas para nada más que terminar la noche y también el capítulo que no había terminado por completo en su vida, un capítulo que creía que siempre mantendría un poco abierto, para simplemente hojear de vez en cuando, para que le diera algo de paz, pero no podía, no debía hacerlo, debía cerrar por completo aquel capítulo de su vida que fue una curita para su corazón contenido.

Encantada | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora