𝐋𝐈𝐌𝐄𝐑𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀| Estado mental involuntario que resulta de una atracción romántica hacia alguien en el que se siente una necesidad obsesiva de ser correspondido.
─✦ ¿Alguna vez te arrepentiste de algo en tu vida?
─✦ Déjame contarte esta histori...
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Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Hino al escuchar el nombre que Geto pronunció con tanta ligereza. Sus instintos, tan agudos como un cuchillo afilado, la obligaron a reaccionar de inmediato. Con un movimiento rápido, lo empujó hacia atrás, sus manos firmes clavándose en su pecho. Era una súplica muda, un ruego silencioso para que olvidara esa situación por ahora.
Detrás de ella, el albino se mantuvo inmóvil, su figura impasible junto a la puerta entreabierta. Sus dos maletas, aquellas que había soltado para cambiar de posición, estaban a un lado, sin que nada perturbara su orden.
Su brazo, en forma de jarra, permanecía ligeramente flexionado, y sus gafas redondas, aquellas que casi siempre le cubrían la mirada, se asentaban con seguridad sobre el puente de su nariz. Su silencio, aún más amenazante que cualquier palabra, la mantenía atrapada.
Con un movimiento torpe, como un perrito regañado que intenta escapar de un baño, se dirigió hacia las escaleras y emergió del agua. Su cuerpo, envuelto en un sudario de gotas brillantes, goteaba sin cesar. Intentó, con escaso éxito, escurrir su short empapado, la prenda se aferraba a sus piernas como un gusano acuático.
Se encontró con una mirada inquisitiva, una ceja arqueada que le interrogaba sin palabras. Su ojiazul, por lo general tan brillante, ahora reflejaba un brillo inquisitivo, casi interrogante. La había pillado justo en el acto, con las manos metidas en la masa. No literalmente, claro, pero casi.
─¿Qué haces aquí? ─apenas pudo hablar, su boca llena de pesar.
─¿Tratar de ayudarte a mantenerlo alejado?
─Oh... ¿Viniste por mi? ─con un gesto rápido, tomó una de las maletas y la colocó frente a ella. Sus ojos se posaron de inmediato en un objeto familiar: un gatito de peluche con gafas, un regalo precioso que siempre había sido suyo.
Era su maleta.
Satoru había traído su ropa e incluso su peluche.
─¿No debí hacerlo? ─la pregunta dejó a Hino con el corazón encogido. Había acudido pensando que Geto le estaba causando algún problema, pero se encontró con una situación bastante comprometedora.
─Gracias. ─murmuró por lo bajo.
La culpa la carcomía sin motivo, pero un guiño cómplice de Gojo a su amigo la hizo recapacitar. Soltó un suspiro de alivio y tomó su maleta con firmeza. La ropa ajena le provocaba una extraña sensación de incomodidad, la hacía sentir fuera de lugar. Se había decidido por prendas desgastadas del armario, ropa que no era su estilo pero que le ofrecía un respiro de la sensación de usurpación. Ahora podía relajarse.
─No te preocupes por eso, yo la subo. ─con sus ojos conectados Satoru le arrebató el artefacto de entre las manos. ─Ve a darte un baño, te alcanzo pronto.
Yumeko asintió, su rostro impasible, y sin vacilar, reanudó su marcha hacia los escalones. Las gotas empapaban el suelo por completo, pero parecía no importarle, dejando que el agua fría se deslizara por su cuerpo. Cruzó la puerta y, sin dudarlo, se despojó de la ropa empapada, quedando solo en ropa interior. Un baño caliente sería su única salvación, el frío penetrante que recorría su piel era insoportable.