Cansancio acumulado

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     Tiara se sujetó con fuerza su mano temblorosa. Mordió su labio y respiró hondo varias veces.

—No te preocupes. —La mano de Jacek se posó encima de las suyas. —Esto ya nos ha pasado antes, sólo es por unos minutos.

—Pero cada vez más seguido. —Comentó con pesadez.

Cuando por fin los temblores se detuvieron, Tiara se apresuró a sacar su caja de cigarrillos del escondite que había hecho en el colchón de su cama. Un agujero que había cortado con su navaja de bolsillo.

     Con algo de torpeza, se puso el cigarrillo entre los labios y prendió el mechero, acercándolo a su boca. Tomó una calada y soltó el aire no mucho después, sintiéndose inmediatamente más tranquila.

—¿Mejor? —Preguntó Jacek, acariciando su espalda de arriba a abajo.

—No. —Respondió de manera cortante. —Mejor estaría si mi alma estuviera completa. Mejor estaría si los dioses no fueran tan egocéntricos y solamente pensasen en ellos mismos. Mejor estaría si no hubiera una guerra a punto de empezar a la vuelta de la esquina. —Dijo rápidamente, pero en ningún momento alzó la voz o pareció alterada.

Jacek la observó con pena.

—Lo siento. —No pudo evitar murmurar.

Tiara le observó con seriedad.

—No te disculpes cuando no es tu culpa. Eras demasiado hermoso, fue por eso que les llamaste a ambos la atención, pero, como he dicho, en vez de pensar antes de actuar, los dioses hacen todo lo contrario y luego, vienen los arrepentimientos. —Soltó un bufido y dio otra calada a su cigarrillo.

Se quedaron en silencio.

     Tiara se terminó el cigarrillo, pero sacó otro y lo encendió. Jacek no comentó nada, aunque normalmente lo haría, hoy no era el día.





     Tras haber sido rescatados por Clarisse de la hidra y que les dejase estar en su barco con tripulantes muertos, pudieron finalmente tener una noche más o menos a gusto.

     A la mañana siguiente, Percy metió sus escasas pertenencias que habían sobrevivido al ataque de la hidra en una mochila de lona y se la echó al hombro.

     Mientras subía las escaleras, notó algo que le dejó helado, una presencia conocida que le hacía querer entrar en una pelea por algún motivo desconocido.

     Trepó hasta la rejilla de ventilación y atisbó el interior de la sala de calderas. Justo debajo del semidiós, se hallaba Clarisse la Rue, hablando con una imagen trémula que resplandecía debido al vapor de la caldera. Era un hombre musculoso, vestido con un traje de cuero negro y corte de pelo estilo militar.

     Percy apretó los puños al reconocer de quién se trataba.

—¡No me vengas con excusas, niña! —Gruñó Ares.

—Sí-sí, padre. —Musitó Clarisse.

—No querrás que me ponga furioso, ¿verdad?

—No, padre.

—«No, padre». —Repitió Ares, imitándola. —Eres patética. Debería haber dejado esta búsqueda en manos de uno de mis hijos-.

—¡Lo conseguiré! —Prometió Clarisse con voz temblorosa. —¡Haré que te sientas orgulloso!

Nymphology - Percy Jackson & The OlympiansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora