Rebaño asesino

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     Justo cuando Tiara declaró en que lado estaba, Annabeth les señaló en dirección a una isla que iba apareciendo poco a poco. Esta tenía colinas boscosas, playas de arena blanca y verdes planos.

     Inspiraron el aire perfumado que les llegaba de la isla.

—El Vellocino de Oro. —Dijo Annabeth.

Tiara y Percy asintieron. No se veía por ninguna parte, pero se percibía su poder.

—¿Se morirá la isla si nos lo llevamos?

Tiara y Annabeth menearon la cabeza.

—Perderá su exuberancia. —Contestó Tiara. —Volverá a ser como era antes de tener el vellocino en ella.

     En el prado que había al pie del barranco, se agolpaban varias docenas de ovejas. Parecían pacíficas, aunque eran enormes, tan grandes como hipopótamos. Más allá, un camino subía hacia las colines y en lo alto, cerca del borde del abismo, se levantaban un roble descomunal en dónde algo dorado relucía entre sus ramas.

—Esto es demasiado fácil. —Comentó Percy. —¿Subimos allí caminando y nos lo llevamos?

Annabeth entornó ojos.

—Se supone que hay un guardián. Un dragón o-. —Se detuvo justo cuando un ciervo surgió de entre los arbustos.

El animal trotó por el prado, seguramente buscando pasto y, de repente, todas las ovejas se pusieron a balar y se abalanzaron sobre él. Ocurrió tan deprisa que el ciervo se tambaleó y desapareció en un mar de lana y pezuñas.

     Hubo un revuelto en la hierba y mechones de pelaje marrón.
Segundos más tarde, las ovejas se dispersaron y volvieron a deambular pacíficamente. En el sitio en dónde había estado el ciervo, sólo quedaban un montón de huesos blancos.

—Ahí tienes a tu dragón. —Comentó Tiara con ironía. —Es por eso que adoro a las ovejas. —Lo dijo de manera tan calmada y seria, que no se sabía si estaba bromeando o no.

—Son como pirañas. —Alcanzó a decir la hija de Atenea.

—Pirañas con lana. —Coincidió Percy. —¿Cómo vamos-?

—¡Percy, Tiara! —Annabeth ahogó un grito y sujetó un brazo de cada. —¡Mirad! —Señaló hacia la playa.

Justo debajo del prado, se notaba que un bote había sido arrastrado por la arena. Era el otro bote salvavidas del CSS Birmingham.





     Llegaron a la conclusión que era mejor evitar el rebaño carnívoro, por lo que fueron a amarrar el Vengador de la Reina Ana en la parte de atrás de la isla, en dónde los acantilados se alzaban en vertical a unos setenta metros de altura.

—Esto me trae recuerdos. —Comentó Tiara con los brazos cruzados y expresión relajada, mientras recordaba su aventura en las Rocas Chocantes.

Los acantilados parecían escalables, difíciles, pero escalables. Eran más o menos como el muro de lava del campamento.

     Tiara no esperó en hacer aparecer su pértiga en la mano y coger carrerilla para saltar y llegar con facilidad a la cima. Annabeth y Percy observaron aquello asombrados, ya que aquello para una persona normal sería imposible.

     Desde arriba, la chica les saludó con la mano, para luego hacerles señas de que comenzaran a subir.

     Como ni Annabeth ni Percy tenían pértiga, tuvieron que remar en un bote hasta el borde de la roca para comenzar a escalar. Una cuerda cayó a su lado desde arriba, había sido Tiara quién la había lanzado y les hacía señas de que la atasen a su cintura.

Nymphology - Percy Jackson & The OlympiansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora