Camarote principal

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     Tiara se encontraba con la cabeza enterrada entre un montón de pergaminos y libros. Buscaba cualquier libro que contuviera la historia de los dioses tanto griegos como romanos. De vez en cuando, aprendices de la hechicera pasaban por delante de la puerta abierta de la biblioteca y se asomaban para ver a la chica escribir frenéticamente en su libreta toda la información que conseguía.

—Come. Sé que no has desayunado nada. —De repente se acercó Hylla con un plato de comida, en dónde había un trozo de pan caliente, huevos revueltos, jamón york y un pequeño racimo de uvas.

—Gracias. —Tiara apenas levantó la mirada cuando el plato fue posado enfrente de ella. Sin mirar, tanteó hasta llegar al pan y darle un mordisco.

—Pareces una cavernícola. —Su burló de ella.

—Ja, ja. —Ironizó con la boca llena. —¿Necesitas algo más? —Una manera de pedirle que se marchase.

—La señora CC quiere saber si te presentarás a alguna clase de magia de hoy. —Puso los brazos en jarra. —Reyna también dijo que te preguntase si luego la puedes acompañar a la arena de entrenamiento. Quiere algunos consejos sobre el manejo con la espada.

—No y quizás. —Respondió cortamente, para luego dar otro mordisco al pan. —¿Algo más? —Preguntó con las mejillas llenas.

—Por ahora, nada. —Se dio la vuelta y se dirigió hacia la salida. —Tiara, toma alguna pausa. Es importante también descansar bien.

La chica levantó la mirada y le mostró una sonrisa burlesca.

—¿Acaso estás preocupada por mí?

Hylla rodó los ojos.

—Adiós, Tiara. —Cerró la puerta de la biblioteca sin responder a su pregunta.

     Aunque se conocían de apenas unos días, tanto Reyna como Hylla se habían acostumbrado a la presencia de Tiara. Les caía bien y además, la chica siempre era alguien bastante agradable con quién hablar. Además, al venir del mundo mortal, tenía muchas historias y conocimiento que les compartía, por si algún día ellas decidían salir del Balneario.

     Tiara tenía ese efecto, en dónde rápidamente te caía bien, incluso teniendo millones de muros alrededor de tu corazón.





     Cuando Percy, Annabeth y Tyson llegaron al Princesa Andrómeda, se dieron cuenta que los turistas y la tripulación mortal estaba en algún tipo de encantamiento en dónde no se enteraban de lo que estaba pasando.

     Ambos chicos durmieron en un camarote, mientras que Annabeth en otro. Aquella mañana, decidieron que era hora de explorar un poco el lugar, para luego marcharse, pero no contaban de ser atrapado espiando la conversación que estaba ocurriendo en el camarote principal.

     El camarote principal era tanto precioso como horrible. Precioso por los grandes ventanales curvados en la pared del fondo, desde donde se veía la popa del barco. El agua verde y el cielo azul se extendían por todo el horizonte. El suelo estaba cubierto con una alfombra persa. Había dos sofás de lujo que ocupaban el centro de la habitación, a un lado había una camao con dosel y al otro, una gran mesa de caoba. La mesa estaba llena de cajas de pizza, refrescos y sándwiches de rosbif en bandejas de plata.

     Lo horrible, un estrado de terciopelo situado en la parte trasera de la habitación, en dónde había un sarcófago de oro de tres metros. En este estaba grabados de estilo griego antiguo, que representaban escenas de ciudades en llamas y héroes sufriendo muertes horripilantes. Pese a la luz solar que entraba a raudas por los ventanales, el ataúd impregnaba frío en toda la habitación.

Nymphology - Percy Jackson & The OlympiansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora