Fotografía

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     Siguieron caminando hasta llegar a una carretera de dos carriles entre los árboles. Al otro lado, había una gasolinera cerrada y un local abierto de dónde salía un aroma a comida.
Encima de este, había un letrero encendido con luces de neón. El edificio, por otro lado, era largo y bajo, rodeado de hileras de pequeñas estatuas de piedra.

—¿Qué demonios pone ahí? —Preguntó Percy.

—No lo sé. —Contestó Annabeth.

—Demasiado brillante. —Tiara mantenía una mano sobre sus ojos, intentando evitar mirar directamente las luces neón.

— «Emporio de gnomos de la tía Eme». —Tradujo Grover.

A cada lado de la entrada, como su nombre indicaba, había dos gnomos de jardín. Eran feos y barbudos. Estaban sonriendo y saludaban, como si estuvieran posando para una foto.

     Percy cruzó la carretera seguido de Tiara.

—Id con cuidado. —Les advirtió Grover.

—Dentro las luces están encendidas. —Annabeth comenzó a seguirles. —A lo mejor está abierto.

—Un bar. —Comentó el semidiós con nostalgia.

—Sí, un bar. —Repitió la rubia de la misma manera.

—¿Os habéis vuelto locos? Este sitio es rarísimo. —Intentó detenerles Grover.

—Curiosa pose para una estatua. —Murmuró por otro lado Jacek, observando a los gnomos con atención.

—Esto no me gusta. —Grover sacudió el brazo de Tiara, para luego también mirar los gnomos de los que hablaba la chica. —Sigamos.

—¿Qué? Oh, sí, vamos. —Jacek contestó, intentando sonar lo más natural posible.

Observó de reojo a Tiara, quién se mostraba ligeramente nerviosa. Una nueva grieta entre sus almas había aparecido. Debían de unirse lo antes posible, si no querían perderse a sí mismos.

     El aparcamiento de delante se trataba de un bosque de estatuas: animales, niños, hasta un sátiro.

—¡Beee! —Baló Grover. —¡Se parece a mi tío Ferdinand! —Llegaron a la puerta. —No llaméis. —Advirtió. —Huelo a monstruos.

—Tienes la nariz entumecida por las Furias. —Replicó Annabeth. —Yo sólo huelo hamburguesas. ¿No tienes hambre?

—¡Carne! —Exclamó con desdén. —¡Yo soy vegetariano!

—Comes enchiladas de queso y latas de aluminio. —Le recordó Percy.

—Eso son verduras. Venga, vámonos. Estas estatuas me están mirando. Tú también estás de acuerdo conmigo, ¿no, Tiara? —Preguntó en dirección a la chica.

Jacek no pudo responder, ya que la puerta se abrió con un chirrido y ante ellos, apareció una mujer árabe, vestida con una túnica larga y negra, que tapaba todo menos las manos. Los ojos le brillaban tras el velo de gasa negras. Sus manos, del color del café, parecían ancianas, aún así, eran elegantes y estaban cuidadas.

—Niños, es muy tarde para estar solo fuera. —Su acento sonaba ligeramente a Oriente Medio. —¿Dónde están vuestros padres?

—Están... esto... —Annabeth no parecía encontrar ninguna mentira.

—Somos huérfanos. —Se adelantó Percy.

—¿Huérfanos? —Repitió la mujer, incrédula. —¡Pero eso no puede ser!

—Nos separamos de la caravana. —Continuó el semidiós. —Nuestra caravana de circo. El director de pista nos dijo que nos encontraríamos en la gasolinera si nos perdíamos, pero puede que se haya olvidado, o a lo mejor se refería a otra gasolinera. En cualquier caso, nos hemos perdido. ¿Eso que huelo es comida?

Nymphology - Percy Jackson & The OlympiansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora