Ingenioso, Percy

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     Polifemo victoreaba, pensando haber mandado a «Nadie» al fondo del agua. Por otro lado, los hipocampos que les ayudaron a llegar a crucero Princesa Andrómeda volvieron a aparecer para rescatarles.

     Tres caballos con cola de pez galoparon hacia ellos. Se zambulleron en el remolino del naufragio, en dónde se encontraban Annabeth, Clarisse y Grover y se aferraron cada uno al cuello de un hipocampo.

     Rainbow era el más grande y fue quién llevo en su lomo a Tyson y Grover. El segundo más grande llevaba a Clarisse y Annabeth. Por último, el que llevó a Percy hasta el crucero de Luke, les recogió a él y a Tiara.

—Lo conseguimos. —Murmuró Annabeth, exhausta, desplomándose sobre el cuello del hipocampo y quedándose dormida al instante.

Clarisse la sujetó para que no se cayera, mientras con la otra mano cogía la crin de caballo.

     Tyson estornudó varias veces debido al pelaje de Grover. El sátiro no parecía estar mucho mejor, pero ninguno se quejó.

     Percy acomodó a Tiara delante de él, asegurándose de que el Vellocino de Oro la cubriera como si se tratase de una manta.

—Gracias, Percy. —Le mostró una sonrisa cansada, para luego soltar un débil bostezo. —Creo que voy a... —No terminó la frase, cerrando los ojos y también quedándose dormida.

El semidiós sonrió débilmente.

—Eres increíble. —Le susurró en voz baja a la chica.

Apoyó la cabeza en el vellocino, y antes de darse cuenta, se quedó dormido.





     El agua salada salpicando su cara fue lo que despertó a Tiara.
Soltó un bostezo e intentó cambiar de posición, inmediatamente sintiendo un peso en su espalda, y no era el del Vellocino de Oro.

     Torció ligeramente el cuello para ver a Percy babeando en el vellocino. Algunos mechones de su cara se habían pegado en su frente, por lo que con cuidado, se los apartó de la cara, provocando que Percy frunciera en sus sueños la nariz y se sacudiera levemente, para luego volver a quedarse quieto.

—Tiara. —La llamó Annabeth a un lado. —Despiértale. Creo que hemos llegado a Miami.

Tiara asintió con la cabeza y sacudió al semidiós por el hombro, aunque sin hacerlo muy bruscamente.

—Percy, Percy. —Le llamó suavemente. —Despierta. Hemos llegado.

El semidiós parpadeó varias veces y finalmente, abrió los ojos. Se limpió rápidamente los labios de la saliva que se le había caído y observó a Tiara con ligera confusión.

— Annabeth dice que estamos en Miami. —Le dijo cuando notó su mirada. —Y parece ser que los hipocampos no quieren continuar.

Aquello era cierto. Las criaturas relinchaban y nadaban en círculos mientras husmeaban el agua. No parecían muy contestes, e incluso uno de ellos estornudó.

—No van a acercarse más. —Explicó Percy. —Demasiados humanos. Demasiada polución. Tendremos que nadar hasta la orilla.

A ninguno le entusiasmó la idea, pero se resignaron. Tiara fue la primera en zambullirse con el Vellocino de Oro en la espalda. Tyson, al despedirse de Rainbow, derramó unas cuántas lágrimas y desató a regañadientes el paquete que había usado como silla improvisada, en dónde guardaba sus herramientas y un par de cosas más que había logrado salvar del naufragio del Birmingham. Abrazó a Rainbow por el cuello y le dio un mango pasado que había cogido de la isla, para finalmente decirle adiós.

Nymphology - Percy Jackson & The OlympiansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora