Autocontrol perdido

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     Se deslizaron hasta la entrada de la cueva y se asomaron para ver a Polifemo, quién sonreía con aire malvado, sosteniendo un puñado de aire.

—¡He atrapado a Nadie! —Se jactó.

Agitó su puño y una gorra de béisbol cayó al suelo, mostrando a Annabeth, quién era sujetada por las piernas y se retorcía boca abajo.

—¡Ja! ¡Repulsiva niña invisible! Ya tengo otra peleona para casarme. ¡A ti te voy a asar con salsa picante de mango!

—¿Acaso este cíclope se quiere casar con cada cosa que tenga sexo femenino? —Preguntó Tiara en voz baja.

Annabeth forcejeaba, pero parecía aturdida. Tenía un corte muy feo en la frente y los ojos vidriosos.

—Voy a atacarlo. —Susurró Percy. —Nuestro barco está en la otra parte de la isla. Tiara, tú y Grover-.

—Ni hablar. —Dijeron los dos últimos al unísono. Tiara tan sólo negó con la cabeza.

Clarisse iba armada con una lanza rematada con un cuerno de cordero que había sacado de la colección del cíclope, mientras que Grover había encontrado un hueso de muslo de oveja, con el que no parecía muy contento, pero lo blandía como si fuese una porra.

—Atacaremos juntos. —Gruñó Clarisse.

—Sí. —Confirmó Grover.

Percy pestañeó, sorprendido de que su amigo hubiese coincido con la semidiosa.

—Perfecto. —Tiara hizo aparecer su pértiga. —Vosotros haced el plan de ataque Macedonia, yo iré a por Annabeth. —Sin dejarles tiempo a contestar, se impulsó hacia delante.

     Percy rápidamente blandió su espada y salió del escondite, gritando:

—¡Eh, tú, bicho horrible!

Polifemo se giró en redondo.

—¿Otro? ¿Tú quién eres?

—Deja a mi amiga. Soy yo el que te insultó.

—¿Tú eres Nadie?

—Eso es, apestoso barril de moco! ¡Yo soy Nadie y a mucha honrar! Ahora, déjala en el suelo y ven aquí. Quiero sacarte el ojo otra vez.

Polifemo rugió y soltó a Annabeth. La semidiosa iba a caer de cabeza sobre unas rocas, pero Tiara llegó de manera desapercibida justo debajo, por lo que la semidiosa aterrizó encima de ella, tirando a ambas al suelo.

—Ay. ¿Por qué siempre la espalda? —Se lamentó en voz baja Tiara, ya que Annabeth aterrizó justo dónde tenía aún un moratón de todas sus caídas. —¿Estás bien?

—Ajá. —Respondió Annabeth, aunque algo mareada.

     Polifemo, al ser tan grande, y estaba por alcanzar a Percy en cuestión de segundos.

—¡Por Pan! —Grover surgió por la derecha y lanzó su muslo de oveja, que rebotó de manera inofensiva en la frente del cíclope.

Clarisse apareció por la izquierda y colocó la lanza contra el suelo, justo al tiempo para que el cíclope la pisara y se echó a un lado para no quedar atrapada.

     Polifemo la pisó y soltó un aullido de dolor. Arrancó la lanza de su pie como si fuese una astilla y siguió avanzando.

     Percy aguardó con la espada preparada. Cuando el cíclope trató de agarrarle con su mano, el semidiós rodó hacia un lado y lanzó un tajo en su muslo.

—¡Ve con Tiara! —Percy gritó en dirección a Grover.

El sátiro corrió en dirección a las chicas, recogiendo la gorra de invisibilidad de la rubia. Alzó a Annabeth en sus brazos y ayudó a Tiara a levantarse, pero algo iba mal, la chica no podía erguirse por completo.

Nymphology - Percy Jackson & The OlympiansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora