Capitulo 8

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Jungkook

—¿Quieres dejar de pasearte?

Me detuve, dirigiendo mi mirada a Silas.

—Perdona, ¿ahora no puedo moverme?

—Una cosa es moverse, y otra es hacer un camino en el suelo —dijo Silas. Sus largas piernas estaban extendidas delante de él, con el pelo rubio artísticamente arreglado de una forma despreocupada que probablemente le había llevado horas. Con su físico delgado y sus brillantes ojos azules, parecía que debería estar empuñando una tabla de surf en vez de un bajo—. Siéntate antes de que asustes al chico.

—¿Quién ha muerto y te ha hecho rey? —repliqué.

—Atrás —replicó Kai. Nunca me había sentido atraído por ninguno de mis compañeros de banda, pero incluso yo podía admitir que Kai era uno de los especímenes masculinos más hermosos del planeta. Con su impecable piel oscura, su cincelada mandíbula y sus conmovedores ojos marrones, era el paquete completo. Sólo tenía que pasearse por un club para que los hombres cayeran rendidos a sus pies. Lástima que el único hombre que quería era el que nunca lo vería así—. No la tomes con Silas porque alguien se haya meado en tus cereales esta mañana.

Decidí continuar con la discusión para descargar un poco de tensión, pero tal y como me miraba Kai, no merecía la pena. Me dejé caer en el asiento y le dediqué a Silas una media sonrisa.

—Lo siento tío.

—No pasa nada. —Nuestro siempre despreocupado bajista extendió las manos—. Sólo digo que si tu chico entra y te ve a punto de explotar como una bala perdida, saldrá corriendo en otra dirección.

Me pellizqué el puente de la nariz.

—No es mi chico.

—Eso has dicho. —Silas sonrió—. Pero, vamos, no has mirado a otra persona desde que conociste a ese tal Jin. Y todas las molestias que te has tomado para asegurarte de que...

—Silas —dije en tono de advertencia. Puede que estuviéramos solos en la habitación, pero quién sabía quién podría estar escuchando desde fuera. Peor aún, si Jin entraba y oía algo equivocado, todo mi plan se iría al garete incluso antes de empezar. Puede que hubiera cruzado varias líneas, interfiriendo en su vida de la forma en que lo había hecho. Pero eso no me había detenido. No cuando sabía lo feliz que era Jin gracias a mí... intromisión.

—De acuerdo. —Silas guiñó un ojo, reclinándose en su silla—. Pero lo solucionará. Tendría que ser muy tonto para no darse cuenta de lo que sientes por él.

Por el rabillo del ojo, vi a Kai hacer una mueca de dolor. Sentí compasión cuando se apartó de la mesa y se ocupó de la máquina de café del rincón.

—Eso sí —continuó Silas, ajeno a lo que acababa de ocurrir— para empezar tendría que ser tonto para liarse contigo.

—Jaja —dije secamente. Miré la hora en el móvil por milésima vez—.

¿Por qué no ha llegado todavía?

—Llegará —dijo Kai con una voz rica y profunda, mientras deslizaba un café delante de Silas antes de volver a su silla. Su expresión seguía siendo dura, pero cuando Silas le sonrió feliz en señal de agradecimiento, se suavizó.

Silas dio un sorbo a su bebida y canturreó satisfecho. Kai lo observó durante un rato más, con el sombrío anhelo claro en sus ojos. Pareció percibir que lo observaba, volvió la mirada hacia mí y negó ligeramente la cabeza. Reprimí un suspiro, pero no dije nada. Hacía tiempo que había aprendido a no interferir con aquellos dos.

Volví a mirar el teléfono y Kai habló.

—Tranquilízate. Llegamos pronto. Arlo aún no ha llegado.

★Él lo vale todo★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora