CAPÍTULO 16: Polos opuestos.

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Adriágolas despertó en un lugar algo...raro. Era un lugar oscuro, sin ninguna fuente de luz visible en el horizonte. Comenzó a caminar sin un rumbo fijo. Todo le resultaba...aterrador, pero...familiar.

-Joder...¿donde estoy?¿Que es este lugar? ¿Y mi hermana? ¿Y Hornet? ¿Y el resto?-daba vueltas aturdido y confundido a partes iguales.

-¡Eres un maldito!-Se escuchó a sus espaldas.

Adriágolas se giró, y lo que vió, le dejo sin palabras.

-¿M-madre...eres tú?-Casi llora al verla, algo muy contradictorio con su actitud de hace a penas unos instantes cuando Hornet la mencionó.-¡Madre, madre!-se lanzó sobre ella para poder abrazarla pero la sorpresa que se llevó al atravesarla como si de humo se tratase le dejó perplejo. En el mismo lugar donde se encontraba, surgió una figura familiar, nada más y nada menos que su padre, el cuál miraba a su esposa con una expresión totalmente fría, inexpresiva y tan relajado como solía estarlo siempre.

-Si, lo he hecho, ¿y qué? Sabes que no teníamos otra elección.

-¡Siempre dices que hay elección, no me vengas con esas! ¡Siempre haces lo mismo y siempre termina igual, con nuestros hijos muriendo! ¡¿Es que acaso no sientes nada?! ¡¿En verdad este es rey que conocí?!-se notaba la voz quebrada y algún que otro sollozo resonaba de algún lugar entre la oscuridad del lugar.

-Querida...¿acaso piensas que a mí tampoco me afecta? Lo hace, querida, y duele como mil aguijónes clavados en mi corazón, día si y día también. Pretendo darle lo mejor a este reino, pretendo ser un buen rey, pero para eso...tengo que hacer sacrificios.-Dijo sin cambiar su tono de voz o su semblante.

-¡Tu...tú...! ¡Eres una basura de marido!-dijo enfurecida y derramando lágrimas sin cesar.

-Esta..."basura" a la que tu llamas marido no le importa que lo llames de esa manera. Además, tú fuiste la que aceptó el trato en primer lugar. Y a parte, soy el único capaz de satisfacer tus necesidades. Sin mí, estás perdida.

-¡Eres un hijo de..!-antes de que pudiese acabar la frase, cayó al suelo en llanto, mientras que el rey se retiraba lentamente.

La escena culminó con el rey observando directamente a Adriágolas, el cuál parecía incrédulo, dolido y amedrentado. Era una sensación que no había sentido desde hace tiempo. La impotencia, la cobardía, el temor a la represalia...¿por qué? ¿Por qué ahora que estaba mirando a quien guatdaba tanto rencor como si le fueran a castigar los padres amorosos y cariñosos que una vez tuvo? La voz del rey le sacó de sus pensamientos, la frase no podía haber sido más clara, precisa, y destinada a Adriágolas. Las palabras que dijo fueron más afiladas que los colmillos de una bestia o que aguja más fina.

-Y dime, demonio, ¿sigues sin siquiera poder defender a los que amas sin hacerles daño? Condenaste a tu hermana, Adriágolas, deberías de saber que ella no habría terminado así de no haber sido por ti y de tus estúpidas ambiciones de hacerte el héroe. La has condenado...a cargar contigo eternamente.-Y tanto él como la Dama blanca, desaparecieron, esfumandose de su vista. Todo había sido una ilusión, una cruel y acertada ilusión.

Esas palabras, esas frías y crudas palabras llenas de razón. ¿A quien engañaba? El sabía su condición desde el momento en el que la adquirió. Y aún peor...puso en peligro a su hermana, la que tanto amaba de manera incondicional, la que tantos días pasó junto a él encerrada en el Abismo, la que por cada llanto que salía de su boca era como si le clavaran una estaca al suyo...era la realidad, el la amaba porque ella fue la única luz que encontró en aquel oscuro mundo. Ella era la única que se quedó con él...ella...era lo único que le quedaba de esos buenos tiempos. Esa era la respuesta al por qué, él...la quería de vuelta, quería de vuelta a esa familia que tuvo, la quería de vuelta. Sentir el abrazo de su madre, la atención de su padre tras realizar alguna hazaña. La sonrisa de Raquília...la sonrisa...de una inocente. Adriágolas parecía...débil, más débil que nunca, el ya estaba acostumbrado al estrés y a como ignorarlo con su buena actitud, pero está vez sonreír no era una opción. En verdad, se sentía culpable, muy culpable.

Hollow knight: Tears of void Donde viven las historias. Descúbrelo ahora