CAPÍTULO 2: ¿Madre?

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No sentía nada, como si su cuerpo hubiese sido abandonado y ahora estuviese controlando parte de su alma.
Al cabo de un rato, una sensación empezó a brotar en el brazo de Hornet, sentía algo mullido, suave, era como una especie de seda. Pero al poco tiempo también empezaría a sentir aire fresco, puro, y un olor que sin lugar a dudas conocía muy bien.

Parecía haber tomado parte del control de su cuerpo, pero sin serlo a la vez. Era algo extraño de explicar para Hornet, la cuál ya había logrado habrir un poco los ojos, pero aún no se podía mover.

Poco a poco iba retomando la visión y cada vez podía dislumbrar el lugar en el que estaba cada vez mucho más claro.

-Agh, mi cuepo.-decía debíl.

Haciendo un gran esfuerzo, pudo mover un poco el brazo, consiguió obtener su vista de nuevo, y pudo observar tumbada el entorno.

-No se...se asemeja a lo más profundo del sendero verde, pero me resulta raro, ¿como puedo estar aquí si prácticamente he muerto?. ¿Será acaso esto una especie de limbo?. No lo sé, pero se siente bien, muy bien. Este lugar, este aire, este suelo... se me hacen conocidos, pero no logro descubrir por qué.

El aura azul fusionada con el claro y vivo color verde, hacían un efecto similar al de un imnotizante hechizo, era tan bello que Hornet no podía parar de mirarlo y recordar, recordar viejos tiempos.

-¿Y esto?-dijo intentando sentir su espalda.—¿musgo?.

Era una gran capa de musgo la que actuaba como cama para la insecto, en su vida había sentido algo similar o incluso mejor que la sensación de la seda, la calida y suave seda que se preparaba en su hogar.

-Es precioso, este lugar en sí. No recuerdo algo mejor con lo que lo pueda comparar.

Todo parecía indicar que aquel sería el lugar de descanso eterno de Hornet,  pero de pronto recuper su oído, y pudo escuchar un familiar canto lejano, la voz de otra insecto a  la cuál Hornet reconoció instantáneamente.

-¡¿Madre?!-dijo con gran asombro mientras se levantava con un esfuerzo aún mayor.—¡¿será posible?!.

El canto, singular, con un aire deprimido y a la vez confuso, formaban la partitura de la canción de "Las tejedores de la seda dorada", una melodía que Hornet anhelaba escuchar de nuevo aunque sólo fuese  una última vez por parte de su madre y amaba con todo su ser, pero sobre todo recordaba con añoranza. Por supuesto, esta la aprendió por su madre, pero no supo nunca de donde aprendió su madre esa melodía, o en que lugar.

Reconociendo un poco más el terreno, Hornet podía afirmar que ese lugar no era parte del sendero verde, sinó de otro lugar, de otra tierra. Las estructuras, las plantas, los seres revoloteantes que habitaban en aquel recóndito lugar eran muy distintos a los que había en el reinó de Hallownest.

Sin embargo, Hornet se estaba distrayendo otra vez, y tenía que buscar el origen de la melodía. Pero al mirar al lugar donde despertó, se dió cuenta de que su equipamiento ya no estaba.

-"¡Maldición!, supongo que habrá que ir a pie ligero"-pensó.

El sendero se agrupaba por pequeños y grandes niveles de profundidad. Hornet, podía dislumbrar un gran cráter con abundantes enredaderas a lo largo. Era demasiado profundo como para saltar, pero si lo bastante cercano como para dislumbrar un claro verde en el fondo. La voz de su madre se emitía desde lo más profundo de este, así que tendría que ingeniárselas.

A su derecha pudo dislumbrar un puente que conectaba con un pequeño camino, el cuál iba en dirección al fondo del gran cráter, pero el puente parecía haberse resquebrajado con el paso del tiempo y sus cuerdas haber sido destruidas por algo o alguien.

Hollow knight: Tears of void Donde viven las historias. Descúbrelo ahora