“Compañia”
Acomode mi vestido al igual que mi bata antes de salir de mi habitación. Comencé el día como era debido, baje y recogí algunos huevecillos, al igual que leche, y alimente a las gallinas, lleve todo a la cocina y heche leña a la estufa para poder hacer el desayuno.
Todo tenía que estar impecable, ya sabía la rutina, había trabajado aquí desde que los padres de mi patrón estaban aquí, bueno, mi madre, yo solo estaba con ella observandola, era una mujer dedicada y honesta, y aunque no me dió lujos, sus enseñanzas fueron más que suficientes.
— Buenos días señor Rengoku — Lleve la bandeja dejándola en la mesa — Es una linda mañana no es así
Era una sala muy amplia y hermosa, habían vajillas de plata y otras de oro, cuatros al igual de impecables que las cortinas de seda.
Y él no se quedaba atrás, traje a corde a lo último en París, con un encaje y una corbata de la tela más fina.
— Por favor _______. Ya te dije que me puedes llamar por mi nombre — Habló de forma amable llevando la servilleta a su regazo — .
— Lo siento mucho. . . Pero ya sabe cómo es la gente, las paredes tienen oídos, pueden hacerse una mala imagen de usted si yo lo llamase así. . . — Tome la bandeja entre mis manos
— Si. . . Creo que tienes razón en eso, aunque la casa más cercana aquí sea a media hora en caballo — Sonrió de medio lado mientras reía
El señor Rengoku, no estaba casado, de hecho era un hombre bastante codiciado, lo tenía todo, y ya muchas mujeres han querido acortejarlo.
Llegué a la cocina preparando ahora algo para mí, y también para llévale a los demás empleados, todos eran bastante amables, dulces chicos queriendo salir adelante por sus familias.
Ya que había terminado mi plato me iba a dirigir a buscar los platos en la sala, pero Rengoku llegó antes con ellos.
— Señor, perdone usted — Tome los platos — Debí haber ido por ellos antes, por favor excuseme
— No te preocupes, siempre haces tanto por mí, traer un plato no hará que mi mano se caía no es así — Sonrió. Aquella sonrisa tan bella y hermosa — .
Ahora estaba sentada en el césped con una tela entre mi mano, y un hilo en la otra, mi madre me había enseñado a tejer desde temprano, aunque así era con todas las damas que nacían. Levanté la vista, observando las telas blancas recién lavadas colgadas allí, era una sensación que me hacía estar. . .
— En paz — Escuché como el de cabellos ambarino se acercaba junto a mi sentándose a mi lado — Eso es lo que siento cuando las sábanas blancas cuelgan. . . Extraño no crees
Lo mire unos segundos apartando la vista después — Si. . . Es decir no — Me gire de nuevo otra vez observandolo — Yo también siento algo así. . . Es lindo ver cómo se mezcla con el verde de la naturaleza. . .
Aparte mi vista de él, siguiendo tejiendo, no era un silenció incomodó. . . Era agradable, para mí en este caso.
— Es algún tipo de flor de tu gusto — Me dijo — Lo que estás haciendo — Río llevando una mano a su cabello
— Si señor, son unas, Coreopsis, tambien se conocen como botón de oro, son de un color dorado y carmecí — Le mostré el pequeño trozo de tela
— Es bastante hermosa. . .
Estaba mirando el bordado, mientras dijo aquella frase. . . Pero al levantar mi rostro, me encontré con que aquel chico. . . Tenía sus ojos con un brillo, mientras me miraba fijamente. . .
Me encontraba en la cocina, tenía entre mis manos varios platos los cuales coloque para lavarlos, el día de hoy el señor Rengoku había tenido una celebración por su reciente ascenso, y se lo merecía, siempre llegaba tarde de su trabajo, cada vez que lo atendía al llegar, se le veía muy cansado.
Después de unos minutos escuché como todos se iban ya, había muchos invitados a decir verdad. Fui por los últimos platos que quedaban; ordene un poco, y me dispuse a quitarme el delantal, limpie mis manos y fui dónde se encontraba él. Se encontraba en la parte de atrás de aquella gran casa. Era un bello atardecer lo cual resaltaba sus cabellos.
— Fue una velada muy satisfactoria no es así — Me acerque a él — .
— ________. . . Tienes razón — Sonrió — Gracias por ayudarme hoy, se que fue duro para tí
Negué — Es mi deber
— Aún así — Tomo mis manos — Te agradezco mucho, de verdad — Sus labios tocaron mis nudillos con suavidad. . . Despejó sus manos de las mías con delicadeza, aunque para ser sincera. . . No quería que su cálida piel me dejará — .
— Yo hice algo. . . Para usted. . . — Saque el pequeño paquete — Felicidades por su ascenso, se que trabajo muy duro por ello
Tomo el paquetico y lo abrió, en el estaba un pañuelo, en las espinas bordados dorados, y en una de estas se encontraban aquellas flores que me hacían recordar su cabello tan inimitable.
— Es muy excepcional. . . Lo atesorare — Tomo mí mano — Yo también tengo algo para tí. . .
Aquella acción que hizo después, pude observarlo con lentitud, estaba arrodillado, su bella sonrisa estaba ahí, presente, y la luz del sol aún no se escondía, ella alumbraba el rostro de aquel joven de aquellos dorados con sus mejillas tan carmesís como las verbenas.
— Tu sonrisa está en mis memorias, la delicadeza de tus palabras en mi corazón, mi quería ________. . . No deseo otra cosa más que tú. . . Seas mi esposa, soy tuyo. . .
Mis mejillas se sonrojaron me incliné un poco hacia el — No le importa que piensen de usted. . . Yo no tengo nada que ofrecer. . .
— Eso no me importa, sabes porque — Me arrodille al frente de él — Porque yo Je t'aime ________