°Chapter Five¬ Newt°

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Durante los primeros diez minutos, los prisioneros estaban demasiado
aturdidos por los disparos como para darse cuenta de que surcaban el
espacio a velocidad de vértigo, de que eran los primeros seres humanos qué abandonaban el área en casi trescientos años.

El impostor se había salido con la suya. Había empujado a un lado el cuerpo exánime del canciller justo cuando se cerraba la puerta de la nave y luego, dando traspiés, había buscado un asiento.

Newt comprendió, por la expresión
horrorizada de su rostro, que una muerte no entraba en sus planes.

A él, en cambio, el accidente del canciller no lo había impresionado tanto como lo que había visto justo antes del disparo.

Minho estaba en la nave de transporte.

Al verlo cruzar la puerta, se había dicho que estaba alucinando. Las posibilidades de que Newt hubiera perdido la razón eran muchísimo más altas que la eventualidad de que el hijo del canciller acabara confinado.

Ya se había quedado de piedra cuando, al mes de ser sentenciado, habían encerrado a Brenda, la mejor amiga de Minho, en una celda de su mismo pasillo. ¿Y ahora también Minho? Increíble, pero cierto.

Lo había visto ponerse en pie durante el altercado y luego desplomarse en el asiento cuando el auténtico guardia había disparado y el impostor había irrumpió en la nave cubierto de sangre.

Por un momento, Newt había sentido el viejo impulso de correr hacia Minho para consolarlo, pero algo mucho más sólido que el arnés se lo había impedido.

Por culpa de Minho, sus padres
habían ido a parar a la cámara de ejecución. Por más que le doliese, Minho merecía eso y mucho más.

—Newt.

Buscó el origen de la voz y vio a Alby, que le sonreía unas filas más adelante.

Su antiguo compañero de celda se había girado en el asiento; era él único que no miraba fijamente al falso guardia.

A pesar de las desagradables circunstancias, Newt no pudo evitar devolverle la sonrisa.

Alby tenía ese don. Poco después de que arrestaran a Newt y ejecutaran
a sus padres, cuando sentía una pena tan honda que no podía ni respirar, Alby había hecho reír a Newt imitando a un guardia muy presumido qué dejaba de arrastrar los pies y empezaba a pavonearse siempre que creía que las chicas lo estaban mirando.

—¿Es él? —articulaba ahora su amigo, torciendo la cabeza hacia Minho.

Alby era la única persona que lo sabía todo, no solo lo de los padres de
Newt sino también lo del inconfesable crimen del chico.

Newt negó con la cabeza, como dándole a entender que no era el momento de hablar de aquello. Alby siguió haciendo señas.

Él otro estaba a punto de decirle que se callara cuando el ruido de los propulsores principales ahogó todo lo demás.
Había sucedido realmente. Por primera vez en varios siglos, los humanos habían abandonado el área.

Newt miró a los demás pasajeros
y vio que se recogían también, como si guardaran un minuto de silencio
espontáneo por el mundo que dejaban atrás.

En cualquier caso, la solemnidad de aquel instante no duró nada. A lo largo de los veinte minutos siguientes, la charla nerviosa de un centenar de personas que jamás, hasta hacía unas horas, habían pensado que llegarían a viajar a la Tierra inundó la nave.

Alby le gritó algo a Newt, pero el
escándalo se tragó las palabras.

La única conversación que Newt podía seguir era la de las dos chicas que tenía delante, que discutían sobre la probabilidad de que el aire de la Tierra fuera respirable.

Nueva Era [Newtmas] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora